Casi un año del brote de ébola con más de 2.400 casos detectados y más de 1700 muertos. Es la realidad de la República Democrática del Congo, donde las vacunaciones son masivas y se realizan mediciones de temperatura en plena calle.

Además, los expertos advierten: la epidemia no está controlada. "Es una zona en la que coexisten muchas realidades, lo que hace que la contención del brote sea muy complicada", explica Elena Trigo, voluntaria de 'Médicos del mundo'.

Ya lo califican como el peor de la historia del país y el segundo más grande a nivel mundial tras el de 2014-2016. Lo peor es la difícil prevención: muchos congoleños no creen que exista, no se protegen ni siguen las instrucciones de no enterrar a los fallecidos. Y es que desconfían de los equipos sanitarios y de las organizaciones internacionales.

"Hay gente que no tiene acceso a los medios de comunicación y no saben lo que está sucediendo. Pero se vive el día a día con tranquilidad", destaca Ana Muñoz, monja de la congregación 'Pureza de María'. La OMS ha declarado la emergencia de salud pública internacional por el riesgo a que el ébola traspase fronteras y llegue a los países cercanos. Incluso, ya hay evidencias de casos en Ruanda y Uganda.

Las ONG dan algo de aliento y dicen que médicamente se está más preparado para gestionar el virus. Hay una vacuna experimental que, por el momento, está mejorando la tasa de supervivencia.

"Los datos prelimiminares son muy buenos. Utilizar la vacuna en este brote está haciendo que en vez de tener 10.000 casos tengamos 2.500", detalla Elena Trigo. Pero hay un reto añadido: combatir la desconfianza y el miedo de la población a vacunarse.