De 1.400 millones a cero, naufragio de acreedores, trampa bursátil para 5.000 accionistas, una empresa, un hombre. "Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti". Cuando vienen mal dadas, Jenaro García se refugia en este poema de Kipling. "Si puedes mantener la cabeza en su sitio, cuando los que te rodean, la han perdido y te culpan a ti".

Es fácil señalarle y complicado saber realmente quién es. Desde muy joven, Jenaro está acostumbrado a perder. Un accidente le dejó sin sus padres y su hermano. Él sobrevivió. Un testimonio explica que de aquello le ha quedado una gran cicatriz y que salió muy mal. Sin embargo, siempre ha estado dispuesto a remontar, lo hizo desde abajo, mercadeando en su barrio. 

Desde sus orígenes en el rastro de Madrid, el joven Jenaro sólo podía subir. Compartió pupitre con el rey, sin embargo, no se dejaba notar. Sin embargo, cuando Felipe González, entonces sitiado por Filesa, desembarcaba en su Universidad Jenaro supo por primera vez lo que era destacar. Lo hizo al preguntar al presidente del Gobierno si estaba "dispuesto a comprometerse a dimitir si se demuestra la existencia de corrupción". 

Entonces, el hombre más poderoso de la España del momento se vio acorralado por un simple chaval. En palabras de Gregorio Tudela, catedrático de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, "esa persona que en ese momento tuvo ese planteamiento, hoy se encuentra en el hojo del huracán por planteamientos de ese tenipo". 

Nadie podía imaginar en quién se iba a convertir Jenaro. Quedaban seis años para que Gowex echara a andar.