Si Rafa Nadal ya era, y es, uno de los deportistas más grandes de toda la historia, ahora lo es un poco más. Porque Rafa, como esos campeones legendarios, no se cansa de ganar. No se cansa de celebrar victorias. Si tiene uno, quiere dos. Si tiene dos, quiere tres. Y si tiene trece, quiere catorce. Quería catorce, porque con su triunfo ante Casper Ruud en Roland Garros ya es la 14ª vez que eleva a los cielos la Copa de los Mosqueteros.
Y es que en la tierra batida del Roland Garros, Nadal es extraterrestre. Nadal, en París, no es de este planeta. No es humano. Es otra cosa. Es, prácticamente, invencible. De las 14 finales que ha jugado en la tierra batida de este Grand Slam ha ganado las 14.
Ha ganado los mismos Roland Garros que Grand Slam tiene Pete Sampras, antaño el tenista más laureado del mundo. Lo era hasta que llegó el trío de Federer, de Djokovic y de Nadal. Rafa, con su nuevo título en tierra batida, suma, ojo, 22. Sí, ya supera en dos al suizo y al serbio.
Nadal, imperial
Ya es más grande. Ya puede seguir diciendo que en Roland Garros tan solo hay dos tenistas que le han batido. Tan solo son tres las veces que ha caído. Porque Casper Ruud no ha sumado su nombre a los de Soderling y Djokovic. Porque Casper Ruud, estudiante de la Academia de Nadal, ya sabe que tiene camino por recorrer para superar al maestro.
Porque es una maestro. Porque, en tierra batida, en Roland Garros, no hay nadie mejor que él. Porque a saber si lo habrá algún día. Porque, aún con esa lesión crónica en su pie y que ya son 36 las primaveras que suma, sigue disfrutando como un chaval. Sigue mordiendo título tras título.
Sigue afrontando cada final como si fuera la primera pero con la experiencia de que lleva ya bastantes. Eso se notó. Se notó mucho. Con veteranía impuso su ritmo en el primer set. Rompiendo el saque de su rival en cuanto pudo y volviendo a hacerlo en cuanto vio que Ruud se la devolvió.
Seis juegos seguidos, lo 'normal'
Por 6-3 se llevó el primero. Y por lo mismo se llevó el segundo. Ruud, más asentado, trató de reaccionar... pero no. Tampoco. El noruego, cuando algo sobrenatural pasaba en la tierra batida a causa de Nadal, parecía no entender nada. Parecía no saber qué estaba pasando. Parecía, directamente, no tener respuesta ante el juego de Rafa.
Y es que ganó cinco juegos seguidos para poner la segunda manga en su casillero. Para estar a un set de lograr la 14ª Copa de los Mosqueteros y escribir su nombre de forma aún más brillante en el Roland Garros, en el tenis y en el deporte.
Unas dos horas y media duró el sueño de Ruud y, por tanto, la final del torneo. En el tercer set, Nadal volvió a demostrar que es el mejor que existe y ha existido, y que posiblemente exista, en la tierra batida del Roland Garros para conquistar su Copa de los Mosqueteros número 14.
Ya son 22 Grand Slam
Para sumar su 22º Grand Slam y ser más grande, aún más grande, de lo que ya era.