El Clásico ya conoce a Jude Bellingham. Ya conoce al, ahora mismo, jugador diferencial de LaLiga. Al que marca diferencias. Al que es capaz de ganar partidos que parecen perdidos. Partidos que se ponen cuesta arriba. Partidos sufridos. Partidos importantes. Partidos como El Clásico ante el Barça. Como un Clásico que comenzó con un tanto de Gundogan y que acabó coronando al inglés ante los Rolling Stones.

Ante Mick Jagger. Ante una de las grandes leyendas del mundo de la música. Una leyenda que ya sabe, ya lo sabía antes seguramente, cómo se las gasta Jude. Cómo es el Jude del Real Madrid. El Pichichi de LaLiga. El máximo goleador del torneo. El futbolista que, ya está más que claro, ha salido muy barato al Real Madrid. Son diez goles. Diez. Diez en once partidos. No se recuerda nada igual desde Cristiano.

Y eso son palabras mayores. Palabras que no afectan al 5. No le importa tener el número de Zidane. No le vence saber lo que ha costado al Real Madrid. No le preocupa conocer qué ha pasado con otros jugadores de gran precio que se quedaron helados al vestirse con la elástica blanca. Que, cuando tenían en el pecho el escudo del equipo de la capital de España, parecían empequeñecerse.

Bellingham no entiende de presión

Él se crece. Se crece cuando, además, más hay que hacerlo. En las citas importantes. En Champions League. En los grandes encuentros. Y en LaLiga nada hay más importante que el Barça. Nada hay más importante para el Real Madrid que el Barça. Que ganar al Barça. Al gran rival. Al que, por títulos e historia, es el adversario número 1.

Partido especial siempre. Partido de esos de más de tres puntos. De los que dan moral. De los que empujan. De esos que hace que el viento sople a favor. Que te marca. Que te señala. Tanto por lo malo como por lo bueno. Por lo primero, a Tchouameni y a Alaba en el 1-0 de Gundogan. Flojo el francés; lento el austríaco. El Barça, 1-0 ya en el minuto 6.

Pero cuando ganas eso queda en nada. Así es el fútbol. La memoria es la que es y llega a lo último. Llega al 1-2. A un 1-2 en el que Kepa tiene mucho que decir. Por su parada, sus dos paradas, a Iñigo Martínez y a Araujo. En el que mantuvo a los suyos. En el que hizo lo que debía a la espera de que llegara el de siempre.

De carta de presentación, golazo

Sí, a la espera de Bellingham. Porque, como se dijo antes, un Clásico te señala para lo malo y lo bueno. Y para lo bueno le ha señalado a él. Jude apareció, como se esperaba que apareciera. Cuando más lo necesitaba el Real Madrid. Cuando hacía falta 'algo'. Cuando se precisaba un gol, un golazo, como el del empate.

El zapatazo fue, simplemente, brutal. Espectacular. Con la derecha. Con efecto. De esos disparos dificilísimos para el portero porque se van abriendo. Se van yendo hacia afuera. Así fue, y por más que Ter Stegen se estiró, e incluso rozó con los dedos, nada. Para dentro.

El Real Madrid se vino arriba. En esos momentos y minutos en los que más se gusta y le gustan. En los últimos. En los finales. En los que presiona y aprieta. El Barça no aguantó. Fue reculando. Mostrando imprecisiones a la espera del desenlace final. Del gol que silenció a Montjuic

De Bellingham. Otra vez de Bellingham. Fue con Carvajal, que puso un centro desde la derecha. Modric rozó y Jude hizo el resto. Se coló por todo el centro sin que nadie le viera para apuntillar al Barça. Para rematar al Barça. Para derrotar al Barça.

Bellingham, sin límite

Así es él. Estrella con apenas 20 años y con un presente y futuro que apunta a lo que apunta. Que apunta al Balón de Oro. Que apunta a ser de los más importantes, si es que no lo es ya, del mundo del fútbol. Y es en estos partidos en los que se demuetra.

Tres puntos para el Real Madrid y de nuevo líderes junto con el sorprendente Girona. El Barça, frenazo y primera derrota del curso. De ganar el Atleti al Alavés terminarán la jornada en cuarta posición.