Gritar, como le gritaron a Mamadou Sow, "negro, negrito, negro de mierda, me cago en tu raza, vete al desierto que es donde tienes que estar, te vamos a dar una paliza que no se te van a ver los moratones porque eres un negro de mierda", no hay Constitución que lo ampare.

Según el juez, es un delito de lesión a la dignidad de las personas por motivos racistas.

El hombre se llama Rafael y era padre de uno de los alevines que jugaban el partido.

El juez le impone nueve meses de prisión por los insultos racistas, una multa de 1.440 euros por un delito de lesión a la dignidad de las personas, otra de 500 euros para Mamadou y la prohibición de desempeñar cualquier profesión educativa en el ámbito docente o deportivo los próximos cuatro años.

A Juan Carlos, por su parte, le condena a cuatro meses de prisión por un delito de resistencia a la autoridad.

Porque él, padre de otro jugador, también insultó a la Policía que vino a detenerle: "Hijos de puta, no me toquéis, os pago el sueldo, ¿por qué defendéis a este negro de mierda?".

El colegiado, satisfecho

Mamadou está satisfecho con la condena: "A mí me parece bien. Simplemente con que aprendan y no se lo hagan más tarde a otras personas, está bien así".

La sentencia es para aprender de ella: el juez dice que el objetivo no era insultar, sino proferir ofensas denigrantes contra Mamadou solo por ser negro; que su arbitraje era irrelevante, porque con un 0-7 poco podía influir. Y que el árbitro puede ser "criticado pero no insultado", y menos delante de niños de 10 años a quienes hay que educar en el respeto.