Y, por fin, ha llegado el momento. Por fin, los Pistons han ganado un partido. Sí, lo han logrado. Lo han conseguido después de 28 derrotas consecutivas. Ha sido en el Little Caesars Arena, en un pabellón siempre fiel, donde han derrotado a unos Raptors en cuadro para poner fin a esa racha que ya es, para mal, historia de la NBA.

Porque nunca nadie ha perdido tantos partidos consecutivos en una misma temporada. Porque, de hecho, se han quedado a un encuentro de igualar la peor racha de las cuatro grandes ligas norteamericanas. A una derrota, a que llegase la 29, de ese registro de los Chicago Cardinals de la NFL de la Segunda Guerra Mundial.

Pero no. No ha sido así. No ha sido así porque los Raptors han cedido ante los de Detroit. Porque los Raptors, que no contaban ya con los traspasados Anunoby, Achiuwa y Flint, traspasados a Nueva York, y que tampoco tenían a Barret ni a Quickley, que aterrizan en Toronto desde los Knicks, andaban cortos de efectivos.

Cunningham, líder

Andaban escasos. Y aún así el primer cuarto, hasta el final, fue suyo. Fue entonces cuando los Pistons despertaron para cerrar con victoria ese primer acto y para que en el segundo cuarto aumentasen su ventaja. Con eso fue suficiente.

Porque la segunda parte fue para los Raptors en ambos parciales. Pero no pudieron con otro sublime partido de un Cunningham que terminó con 30 puntos, 12 asistencias y cero balones perdidos. Él fue quien lideró a una franquicia que ha cerrado con una sonrisa el 2023.

"He estado en muchos vestuarios, pero..."

Que vivió un día histórico en su pabellón y en el vestuario, tal y como contó Monty Williams, su entrenador: "He estado en muchos... pero esto no lo había vivido nunca".

"Los jugadores gritaban. Yo estaba casi llorando. Estoy feliz, muy feliz por todos", sentenciaba el técnico de los Pistons.