De sacudir el polvo de los escenarios a colarse en la Filarmónica de Londres. Así suena, su última meta, 38 años después de su muerte. La primera la alcanzó cuando aparcó su camión en los estudios 'Sun Records' y cosechó su primera grabación.
Fue entonces cuando se ganó su primer distintivo. Un blanco con voz de negro, un animal de la escena que enloqueció con sus golpes de caderas.
En 1958 fue reclamado a las filas del tío Sam y puso en su sitio a ese tupé rebelde. Con su descaro y romanticismo, se coló entre rejas para saltar a la gran pantalla y en las mejores juergas que le llevaron a los altibajos de su carrera.
De enfundarse en cuero pasó a los trajes de capas y lentejuelas y dió forma al mito en el que se convirtió. En los 70, su figura decayó por los abusos, aunque su voz le elevó.
En agosto del 77 su cuerpo no resistió. Desde entonces, nadie ha conseguido coronar la ruta que el rey del Rock se marcó.
Tras cuatro años ausente
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