A 400 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, la vida no es muy diferente. O sí. Los astronautas de la Estación Espacial Internacional no se levantan al amanecer porque ellos pueden ver uno cada 45 minutos. Pero también se asean, aunque en ingravidez lo hacen con una toalla húmeda y a veces el agua, se les escapa.
Desayuno con una tostada o algo que se le parece. Galletas de mantequilla y fresas con un poco de leche encima. Una leche que no se toma en taza, sino que sale de un tubo. Y después, unos anacardos ansiosos por salir de la lata.
Necesitan coger fuerzas para trabajar, porque aquí, en la Estación Espacial Internacional se hacen experimentos vitales para la humanidad. Todo sin tocar el suelo, siempre volando en el espacio. Aquí hasta la comida parece extraterrestre.
Y para ellos, casi tan importante como comer es hacer ejercicio. Necesitan dos horas al día, para evitar que sus músculos se debiliten debido a la falta de gravedad. Unas correas les mantienen en posición para evitar salir despedidos por la nave, porque no hay ni arriba ni abajo. Y tampoco día o noche, así que la postura da igual incluso para dormir.
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