La utilización de la luz artificial está provocando que cada vez sea más difícil poder hacer observaciones astronómicas, y es que la contaminación lumínica ya impide a un tercio de la población mundial poder observar la Vía Láctea.

Un problema que va mucho más allá de su observación, y es que esto puede afectar de manera directa a la salud de los seres vivos. Desde el CSIC han advertido de este problema, explicando que cada año dicha contaminación aumenta un 2,2%.

La investigadora Alicia Pelegrina, que participó en la puesta en marcha de la Oficina de Calidad del Cielo del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) del CSIC, explica en el libro 'La contaminación lumínica', las causas de este fenómeno y alerta sobre sus efectos.

"Asociamos luz con riqueza, alegría y seguridad, pero la utilización inadecuada de la iluminación artificial se ha convertido en un grave problema ambiental. Es un tipo de contaminación que no duele, no se oye, ni se huele. No la percibimos como un problema, pero el exceso de luz es responsable de la mortalidad masiva de algunas aves, desequilibra los ecosistemas, supone un elemento clave en la desaparición de los insectos y provoca alteraciones en nuestro organismo", ha advertido la escritora.

Lo cierto es en el nuevo atlas mundial del brillo del cielo, publicado en 2016, ya se podía observar que el 80% de los habitantes del planeta vive bajos cielos contaminados. De hecho, si nos fijamos en Europa o en Estados Unidos, los números se disparan: el 99% de la población no puede disfrutar del paisaje de un cielo estrellado.

Así puede afectar a nuestra salud

Alicia Pelegrina explica que esta contaminación lumínica está alterando nuestro reloj biológico, que está programado para dar unas determinadas órdenes según sea de día o de noche. "Nuestras ciudades se han convertido es un sistema '24/7 non stop' que implica una alteración del ciclo natural luz-oscuridad debido al abuso de luz artificial durante la noche", desvela.

Esto acaba provocando que nuestro cuerpo comience a darnos señales erróneas, provocando lo que se conoce como cronodisrupción. "Muchos estudios asocian este fenómeno con la aparición de enfermedades cardiovasculares, insomnio, falta de concentración, problemas de fertilidad, alteraciones alimenticias e incluso algunos tipos de cáncer", asegura.