Besos, abrazos, sonrisas y selfies; carteles y anuncios que advierten de que lo mejor, como siempre, está aún por llegar frente al terror que prometen traer los otros, a quienes se señala de forma más indiscriminada que nunca. España está en el ecuador de la campaña del 28M, y se nota. Especialmente, por el nivel de tensión que ha adquirido esta prácticamente desde el principio, y que prevé incluso incrementarse más en estos últimos días de reivindicaciones y aseveraciones. No resulta una sorpresa, sabiendo que estas elecciones autonómicas y municipales marcan un antes y un después.

Los del 28 de mayo son los primeros comicios que se celebran en nuestro país desde que el mundo cambió por completo. Una pandemia de COVID-19 que se ha llevado por delante miles de vidas y que aún no ha acabado, la erupción de un volcán en La Palma cuyas dramáticas consecuencias aún pagan los vecinos canarios, una invasión y una guerra, la de Ucrania, que ya está cambiando radicalmente el panorama político a escala mundial. Y una situación económica que advierte todo el rato con desembocar en recesión. Todo ello condiciona una de las llamadas a las urnas más difíciles y agresivas que ha afrontado España en las últimas décadas.

Ese tono hostil y de continua denuncia, tan agitador de masas como destructor de identidades y discursos, ya se venía dando en los ayuntamientos, asambleas y parlamentos; en el Congreso de los Diputados y en el Senado: antes de este 28M, los modelos contrapuestos a la derecha y a la izquierda del tablero -dos formas verdaderamente distintas de gestionar las últimas crisis- ya estaban generando tanta fricción entre partidos como pocas veces se ha visto. Por todos esos escenarios políticos han volado acusaciones graves, se han planteado estrategias cuestionables y hasta se han lanzado insultos.

Elementos que no solo han empañado la campaña, sino que se han intensificado durante la misma, a la vista de las posiciones presentadas por cada partido y de unos bloques cada vez más definidos y diferenciados entre sí. Ejemplo de ello, entre muchos otros, ha sido un recurso ya empleado en otras ocasiones -podría decirse que casi se ha convertido en tradición para la derecha- y del que esta vez ha hecho uso la presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a repetir en el cargo, Isabel Díaz Ayuso. No ha dudado en recurrir a ETA para intentar vincular, sin miramientos, el terrorismo con la izquierda.

La derecha ha intentado que ETA y la 'okupación' sean los temas centrales de campaña

"ETA está viva, está en el poder, vive de nuestro dinero, mina nuestras instituciones, quiere destruir España, privar a millones de españoles de sus derechos constitucionales y provocar una confrontación", ha llegado a decir la dirigente madrileña al tiempo que ha pedido la ilegalización de EH Bildu, a quien ha acusado de ser el brazo político de la banda terrorista: "Primero, blanquearon a los asesinos y a sus cómplices. Y después, disfrazaron a Bildu de partido democrático. Porque ellos se arrogan el derecho a decidir qué es o no es delito para construir una justicia a la medida de sus intereses".

Unas declaraciones de las que, como ha pasado en otras ocasiones, otros líderes autonómicos del PP y la dirección de su partido se han tenido que desligar... con matices: aunque no se comparte la estrategia de Díaz Ayuso sí ven en Génova un filón electoral a la hora de disputar a la extrema derecha unos votos clave para obtener la mayoría absoluta. El terrorismo no ha sido el único mantra falso que ha empleado la derecha para condicionar la agenda contra la izquierda en plena campaña. Los bulos sobre casos de 'okupación' en nuestro país se han disparado conforme se acerca la fecha para votar.

Ni ETA, ni 'okupación'; Doñana, vivienda y sanidad

La realidad es que el estado de la sanidad pública y los efectos de la sequía y la emergencia climática son ahora los verdaderos puntos de preocupación de los españoles, según se desprendió del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). En la lista de principales preocupaciones de la encuesta de mayo no aparecen ni Bildu ni ETA. Ninguno viene a la cabeza de los españoles cuando les preguntan por cuál es el principal problema del país. Lo más parecido es un 0,2% de los encuestados que confiesan estar preocupados por "los nacionalismos". Puesto 36 de la lista.

Tampoco la 'okupación' -Solo un 0,3% de los encuestados lo sitúan como el principal problema para España. Puesto 33-. Frente a ello, sí entra en entre las diez preocupaciones principales la vivienda. De hecho, sube al puesto número siete desde el 13. Para un 3,3% de los encuestados es el problema principal de España. La vivienda preocupa diez veces más que la 'okupación'. Y de forma inherente, la cuestión económica, dado que estamos asistiendo a un encarecimiento notable de la vida -desde los alimentos hasta la vivienda- que está provocando pérdida de poder adquisitivo y por tanto grietas en el estado del bienestar.

No son los únicos problemas. Cuando el CIS pregunta por asuntos concretos como la sequía, sorpresa: preocupa a casi nueve de cada diez españoles. Tampoco es inesperado. La falta de lluvia en España está causando un grave problema, prácticamente histórico, provocando que el nivel de los embalses ya se encuentre en menos de la mitad de su capacidad, que algunos alimentos estén ya en 'peligro de extinción' -encareciendo mucho o que distintas poblaciones sufran un paquete de restricciones relativo al uso del agua. Una situación que contrasta con lo sucedido en años anteriores.

Precisamente, una de las cuestiones que ha marcado verdaderamente el ritmo de la campaña ha sido el enfrentamiento directo que han mantenido el Gobierno de España y la Junta de Andalucía a propósito del macroresort apoyado por el Ejecutivo regional (liderado por los populares del presidente Moreno Bonilla) cerca de Doñana, así como el proyecto que quiere impulsar la misma administración andaluza para ampliar los regadíos en la zona del parque natural. Ambos, planteamientos que ya han sido denunciados desde el Ministerio de Transición Ecológica, que ha reclamado coherencia ante la situación extrema que se atraviesa en la actualidad.

Si esta sucesión de crisis es la que invade ahora mismo el pensamiento de los españoles, también en varias comunidades hay que añadir el preocupante estado que atraviesa la sanidad pública: la falta de personal, el colapso sanitario, la dificultad a la hora de conseguir una cita o el prolongadísimo plazo de atención médica han llevado a sanitarios y ciudadanos a protagonizar intensas protestas, parones y hasta huelgas, especialmente en la comunidad madrileña, donde de nuevo Ayuso ha preferido generar un enfrentamiento directo con ellos al tiempo que su consejero intentaba llegar a un acuerdo.

Así llegan los partidos a la recta final

Los datos del CIS de mayo arrojaron todo tipo de posibilidades de cara a los resultados que se podrían dar al finalizar la cita electoral. Según el barómetro, todos los presidentes autonómicos socialistas mantendrían sus respectivos territorios. El PP no lograría ganar en ninguno de los nueve gobiernos progresistas. El mapa de poder no cambiaría. Es más, en las elecciones municipales, los socialistas ganarían con más de cuatro puntos de ventaja sobre el Partido Popular. Así, la distancia se recortaría y el 'efecto Feijóo' no sería suficiente para iniciar un cambio de ciclo político.

El CIS también apunta que las mayorías absolutas serán difíciles de ver en estas elecciones, salvo en un par de casos. Según la encuesta, solo el socialista Emiliano García-Page en Castilla la Mancha y e Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid podrían gobernar con mayoría absoluta, según las horquillas que da el barómetro. En cambio, El el presidente extremeño Fernández Vara podría perder la mayoría absoluta y necesitaría a Podemos para gobernar. Y de las comunidades, a los municipios: tal y como indica el CIS, los resultados en las grandes ciudades se van a decidir en el último segundo.

En la capital, en Madrid, Martínez Almeida está según el sondeo lejos de la mayoría absoluta, y su continuidad podría depender de un solo concejal. La clave será si Podemos supera la barrera del 5% y consigue representación. En ese caso las izquierdas, con Más Madrid a la cabeza, podrían recuperar el Ayuntamiento de Madrid, según el CIS. En Valencia, Joan Ribó podría continuar como alcalde cuatro años más según la encuesta. Compromís mejoraría los resultados de 2019 y podría revalidar el pacto con el PSPV-PSOE para retener la mayoría en el hemiciclo valenciano. En Sevilla, el PSOE mantendría la alcaldía en la capital.

Muy reñida está la pelea por el Ayuntamiento de Zaragoza. El Partido Popular se quedaría con la mayoría de concejales de Ciudadanos pasando de ocho a 12 o 14 concejales. Aunque necesitaría el apoyo de Vox para retener la alcaldía. Y en Barcelona la 'foto finish' decidirá también si Ada Colau continúa cuatro años más como alcaldesa o el socialista Joan Collboni le arrebata la vara de mando. El resultado puede estar en un puñado de votos. La gran incógnita de estas elecciones también reside en Ciudadanos; esto es, en si desaparece o no. Está en serio peligro de marcar un cero el 28M, y eso que hace cuatro años lograron 95 parlamentarios autonómicos. Ahora el CIS no les da ninguno. Y en los ayuntamientos principales las perspectivas no son mucho mejores.