La actriz Victoria Abril, premio Feroz de Honor 2021, dijo en la rueda de prensa celebrada a raíz de estos premios que la pandemia del COVID-19 era una farsa, que era una "plandemia", que los muertos no son ni el 10% de los los muertos totales del añoy que no habrá matado ni siquiera un 5% de los muertos naturales.

También dijo que desde que se nos están vacunando hay más positivos, más enfermos y más muertes.

Por eso planteó que la solución no era la vacuna sino que la solución era estar sin confinar y sin ponernos la mascarilla.

Esta «opinión» la vertió Victoria sin aportar ningún tipo de dato que corroborara lo que estaba diciendo.

Evidentemente, Victoria, puede decir o inventarse lo que quiera, pero sorprende esta falta de responsabilidad y, sobre todo, de respeto a las casi 70.000 personas fallecidas en España a causa del coronavirus.

Una falta absoluta de empatía con todas esas personas que han perdido a alguien en este último año y que no pudieron ni siquiera despedirse.

Porque lo que hace Victoria con esa negación de la realidad es negar el dolor de los demás.

Porque si algo no existe no tienes derecho sobre ese algo.

Tal vez el pisar poco la calle, el no moverte entre desconocidos, el no vivir a la gente, el que siempre te trasladen de un sitio a otro, el creer que eres diferente, tal vez mejor, el informarte en los «foros científicos de Internet», te separa de manera irremediable de la muerte, de la enfermedad, del resto.

Es lo único que se me ocurre para poder entender las palabras de Victoria: que ya no viva aquí.

Y no me refiero a que no viva en España, no.

Me refiero a que ya no vive en el mundo.

Porque solo la gente que ya no vive aquí puede hablar de la humanidad, de lo colectivo, como algo ajeno, algo extraterrestre.

Pero es que además la palabras de Victoria también son sumamente desagradecidas con la organización de los Premios Feroz.

De esa que le ha concedido un merecidísimo premio y a la que la actriz ha pagado con una incomodidad y malestar absolutamente innecesarios.

Porque podría haberlo dicho en otro espacio, en sus redes sociales por ejemplo, en los que no se implicara a nadie más, pero no. Hacerlo allí demuestra un desprecio al trabajo del AICE que, como todo el sector cultural, está haciendo esfuerzos titánicos para mantener a flote un ámbito absolutamente más precarizado por la pandemia.

Porque, mientras se intenta reforzar la idea de que la cultura es segura, Victoria Abril no paseará por la alfombra roja y recogerá ella sola el premio en el escenario porque se niega a llevar puesta la mascarilla.

Porque ella es Victoria Abril y el resto somos simples mortales.

A mí lo que ha dicho Victoria me provoca tristeza.

Porque pienso en ella en la escena de «Tacones Lejanos» en la que en medio del informativo confiesa su crimen: Fui yo. Yo le maté.

Porque pienso en esa redacción final de «Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto» con esa Gloria Duque superviviente.

Y se me rompe un poquito algo por dentro.

La historia del cine de este país no puede contarse sin los ojos de Victoria Abril.

Sin su cuerpo fabricado con la materia de los relatos.

A veces creo que la realidad siempre nos recuerda que el cine es un sueño del que debemos despertar para comprobar con tristeza lo lejos que está tan a menudo el cine de la verdad.

Casi tan lejos.

Como lo está Victoria.

De la vida.