Una 'red flag' o bandera roja es una conducta de una persona que te da una señal de su futura 'toxicidad'. Internet está lleno de avisos para que no nades en el 'mar del amor' cuando aparece alguno de estos comportamientos.

Debes, por tanto, salir huyendo lo antes posible de ahí o ni siquiera intentar nada con una persona que represente alguna de esas banderas rojas. Al avisarte pareciera que te están haciendo un favor, pero en realidad lo que están haciendo es aniquilar la posibilidad del asombro, es hacer que el otro desaparezca, que quede reducido a un gesto o un acto y que ese gesto o acto determine toda su existencia de tal manera que no se pueda ver nada más allá.

Es curioso que la toxicidad siempre sea ajena, que sean los demás siempre los tóxicos, que uno jamás sea una bandera roja, que siempre la tenga verde porque uno lo hace todo siempre bien, jamás se equivoca, jamás comete un error o duda.

Es curioso además que Internet se haya convertido en un lugar que prescribe constantemente comportamientos, un lugar en el que se sabe de antemano quién te conviene y quién no, que construye un relato en el que todas las personas deseamos lo mismo, en la que se te dice cómo has de sentirte con respecto a las relaciones, a los vínculos, al enamoramiento, a las parejas o relaciones o al amor.

Aprendemos intelectualmente qué nos gustaría que fuera el mundo, lo ordenamos, decimos 'ahí no', decimos 'ámate a ti misma' o 'sé tu mejor versión', hacemos del mundo un lugar profundamente egoísta, centrado en el autocuidado, en pensar en uno mismo, algo que es válido y necesario, pero que normalmente pasa por despreciar al otro, por buscar a un culpable de nuestros malestares, por hacer ver que podemos hacer las cosas sin los demás, que no necesitamos a nadie porque necesitar es un verbo que denota dependencia y por supuesto es una ¡'red flag'!

Estamos promoviendo una individualidad apabullante camuflada además en el bienestar personal. Es imposible interactuar con un otro y que no surjan conflictos, coincidir y que no haya malentendidos, es imposible no cagarla a veces, no salirse del tiesto otras, no es posible vivir como si el resto fuera un holograma al servicio de nuestra felicidad.

Y no lo es porque lo interesante de la vida, donde la vida se convoca, se produce, es siempre en el encuentro, es siempre cuando aparece alguien que no eres tú, que no sabe lo que tú sabes, que te recuerda que no eres suficiente, ni te bastas, ni eres inmortal, o infinito, sino que te confronta con tu propia fragilidad, con la vulnerabilidad, con esa belleza que supone no conocer del todo lo que va a suceder, con la posibilidad de conocer y profundizar y a veces, sí, bañarte en una orilla con bandera roja y asumir algún riesgo y ver a los demás más allá de nuestras ideas, de nuestros prejuicios y de lo que nos dice Internet que tenemos que hacer.

Solo al saltar es cuando el mundo aparece.