A veces tener una aptitud para hacer algo es una prisión.

Ese es que "eres bueno en esto" o "tienes estas características" te predestina a ese "esto".

Te condiciona aún sin saber tú mismo si te gusta, si lo quieres.

Es como cuando eres alto que si no juegas al baloncesto es un desperdicio.

Cuando tienes belleza: deberías ser modelo.

Cuando se te da bien estudiar: no estudies letras, estudia algo con "salida", no desaproveches tus capacidades, haz ciencias, sé médico.

Muchas veces la decepción se instala en los demás sin haber hecho tú nada.

Solo por la expectativa rota.

Pienso además que el talento es una forma de explotar a aquellos que lo poseen.

Una especie de ánimo o de entusiasmo desmedido en base a un posible reconocimiento.

Un diamante por pulir.

Y vaya que si te pules porque, claro, quién no quiere "ser" eso que los demás ya saben que "eres".

Hay en ese confirmar la visión ajena una especie de anulación.

Porque si nos esforzamos tanto en conseguir lo que otros nos dijeron que somos quizás nos estemos perdiendo lo que de verdad somos.

Porque el éxito ya siempre será llegar a ese lugar.

Y cualquier cosa que se desvíe de ahí será un fracaso.

Eras alto pero jugabas fatal a baloncesto.

Eras guapa pero demasiado bajita para desfilar.

Escribías bien pero no tuviste éxito.

Y ese es el gran problema: la idea de éxito que manejamos.

Aquella que se estipula desde el exterior y que se convierte en un azote para las personas que no lo logran.

Que, por cierto, son la mayoría.

Vender que el éxito es algo exclusivo es solo una forma de hacer creer que el responsable de ese éxito es única y exclusivamente la persona que lo tiene.

Porque es especial.

Pero no es verdad.

Aunque tengas méritos, te esfuerces, no siempre obtienes un resultado.

Porque no es que la gente que tiene "éxito" sea más nada ni haga nada mejor que otras personas aunque hagan cosas bien.

Es que estaban en un lugar en el que no había otras personas haciendo lo mismo y si las había ellas se diferenciaron por cualquier motivo.

Por eso no podemos lanzar el mensaje de que tenemos éxito porque valemos.

Porque hay muchísima gente que vale que no lo tiene.

Ni lo quiere.

Porque el éxito, el de verdad, el íntimo, el de andar por casa.

Es ese en el que te das cuenta que no hay ninguna meta.

Que seguir aquí, en la vida, es un logro.

Que tienes afecto porque has tratado bien a los demás.

Sí, el éxito es la bondad, la ternura y los cuidados.

Aunque nadie te aplauda por darlos.