Si nuestra derecha no fuese tan siniestra, hasta tendría su gracia cuando se engaña a sí misma y trampea el lenguaje para dar a los problemas el nombre de la solución. Me explico con un claro ejemplo.

Si volvemos la vista un poco atrás y llegamos hasta nuestra Guerra Civil, conflicto traumático que no sólo ha dejado heridas que aún siguen abiertas, sino que también ha dejado una montonera de inútiles con privilegios heredados, si alcanzamos el conflicto, y analizamos el triunfo sangriento del bando vencedor, nos daremos cuenta de que los militares sublevados nunca fueron patriotas. Porque además de arrasar con su propia patria, lo hicieron con ayuda extranjera. Italianos, alemanes y moros apoyaron al bando franquista para regar con sangre un pueblo doliente. Con todo, Franco pasará a la historia como patriota en vez de lo contrario. Bien mirado, de haber sido patriota Franco, nuestra historia hubiese tomado otro rumbo.

El otro día se cumplieron años de uno de los episodios más trágicos de nuestra Guerra Civil, me refiero al bombardeo de Gernika. Ocurrió un 26 de abril de 1937, a la hora de la siesta, cuando la tierra se hizo sangre y la pequeña localidad vasca quedó hundida para siempre ante las bombas terroristas. Desde el cielo llegó la orden y los aviones alemanes de la Legión Condor -ayudados por los italianos de la Aviación Legionaria- se pusieron en marcha para llevar el crimen hasta los últimos fuegos. Pero el excremento fascista no consiguió sepultar la conciencia crítica de Pablo Picasso cuando leyó la noticia en París. El suceso fue de tal impacto que, para practicar el exorcismo, convirtió el terror en arte de vanguardia. De esta manera, Picasso denunció un crimen que, hasta el día de hoy, ha sido catalogado por la derecha como una acción de guerra y no como acto terrorista.

Hay un libro donde se nos cuenta la relación de Picasso con aquel cuadro y, a la vez, con su amante de aquellos tiempos, la artista Dora Maar, una mujer armada con una cámara de fotos que jugaba a las yuxtaposiciones con inquietudes de vanguardia. El libro se titula Guernica 1937 (Larrad Ediciones) y en él se nos cuenta cómo Picasso recibió la noticia del bombardeo.

Las miles de personas muertas y las centenares de personas heridas fueron para el pintor mucho más que una estadística, fueron el veneno callado que se convertiría en rabia decisiva. Es entonces cuando Dora Maar toma la dimensión maternal que toda mujer lleva dentro y se siente embargada por una infinita ternura hacia el pintor. Aquella noche, en el taller, durmieron abrazados "atados el uno al otro (….) solos en el mundo e infinitamente tristes".

Guernica 1937, el libro escrito por Alain Vircondelet es algo más que la historia de un cuadro; es una historia de amor y desgarro, de violencia pictórica y de sueños sin orilla. Picasso no volvería a ser el mismo desde el momento en que recibió la noticia del bombardeo de Gernika. Tampoco su pintura. En el día de hoy, su cuadro ha quedado como el símbolo de nuestra Guerra Civil contada desde el bando de los perdedores. Por eso mismo Picasso fue un patriota, un hombre libre que denunció un acto terrorista, una matanza contra la población civil.

Los militares sublevados no tuvieron suficiente con hacer la guerra a su propio pueblo e invitaron al fascio italiano y a los nazis alemanes a su fiesta macabra, destruyendo nuestra patria. Las trampas del lenguaje, puestas al servicio de nuestra Historia oficial, nunca contemplarán la patria de esta manera. Todo lo contrario. Por eso, no le sobra razón a Pablo Iglesias cuando afirma que Vox -partido de masas heredero del franquismo- está contra España.