El 17 de agosto de 2017, una célula local formada por terroristas afines a DAESH adoctrinados por un imán salafista asesinó a diecisiete personas en Barcelona y Cambrils. La mayoría de los componentes del grupo murieron abatidos por los Mossos en Cambrils y Subirats y en una explosión en Alcanar mientras intentaban elaborar un artefacto. Los terroristas supervivientes fueros juzgados y condenados después de una rigurosa investigación de los Mossos d'Esquadra. La sentencia de la Audiencia Nacional avala esas pesquisas y, en esencia, dice lo que han leído en estas primeras líneas. Es la verdad judicial de los atentados del 17A, en los que quedan pocas dudas por despejar.

Sin embargo, igual que ocurrió en los atentados del 11M, hay quienes se empeñan en buscar tres pies al gato y en alimentar teorías conspiratorias en las que lo que menos importa son las víctimas, convertidas en meros instrumentos. Si en el 2004 una buena parte de la derecha abrazó la delirante teoría de que ETA era la verdadera autora del atentado -pese al suicidio de los terroristas en Leganés y a las aplastantes pruebas de que Al Qaeda fue la responsable de la matanza-, en el caso del 17A son los independentistas más cerriles quienes se abonan a la conspiración, encarnada, como no, por el CNI, mano ejecutora del último responsable, el Estado español.

Amparados en un colectivo llamado ridículamente 'Queremos saber la verdad', un grupo de friquis lanza sus patrañas allí donde le dejan. A diferencia de los conspiranoicos del 11M, que contaron con el apoyo entusiasta de medios muy importantes y el respaldo de políticos del PP, los del 17A no tienen altavoces mediáticos notables y hasta los líderes independentistas, como Gabriel Rufián, han afeado su comportamiento en el quinto aniversario de los atentados. Ese día, un pequeño grupo de mentecatos boicoteó el minuto de silencio dedicado a las víctimas. La cosa habría quedado en nada si no es por el -en el mejor de los casos- irresponsable gesto de Laura Borrás, expresidenta del Parlament, que se puso a compadrear con los friquis de 'Queremos saber'.

Quienes se asomen a esta ventana semanal saben que espero muy poco de los políticos y por eso precisamente me llevé una agradable sorpresa al ver cómo los líderes de ERC y de Junts -el partido de Borrás- afeaban su gesto y la dejaban sola en su ridículo colegueo. La expresidenta debería saber que en 2004, a costa de la memoria de 192 personas, ya aprendimos bastante. O no.