Hace un par de semanas preguntaba a las Malasmadres de la comunidad sobre los propósitos de Año Nuevo, para conectar con lo que de verdad nos importa, alejándonos del bombardeo absurdo que recibimos por estas fechas. Propósitos que no den respuesta a lo que se espera de nosotras, a lo que nos dicen que deberíamos hacer, no. Propósitos que deseamos, que necesitamos, que nos harían bien. Y la respuesta que más me llegó fue "CUIDARME más", o simplemente muchas dijeron "cuidarme". Y las lágrimas me caían mientras las leía. En ese cuidarse se leía dolor, impotencia, culpa y hasta pena. No nos cuidamos, no. Hemos interiorizado tanto el cuidar a otras personas. Hemos aceptado que, por encima de nosotras, están nuestras hijas e hijos, cuidarles a ellos y ellas por encima de todo, educarles para su futuro, priorizar sus necesidades, tanto, de manera tan intensa y responsable, que nosotras hemos ido desapareciendo hasta olvidarnos de nuestros deseos, de lo que añoramos. Te acostumbras a vivir así, la crianza es tan demandante que te supera y entras en modo supervivencia. Te dicen que seas compasiva, que todo llega, pero pasan los meses, pasan los años y un día te miras al espejo y no te reconoces. Y lloras y te das cuenta, por fin, que te echas de menos, que te perdiste sin saber cuándo ni cómo, que ya no sabes ni quién eres. Porque aquella ya no eres. Porque ahora eres otra persona y necesitas recuperarte. Y aunque te duele, ese momento es el inicio de un viaje que solo tiene una medicina posible: cuidarte.

Y cuidarse no es apuntarse a la última app de fitness que todas anuncian, que pagarás y no usarás más de dos días con suerte. Cuidarse no es dejarte los ahorros en el último tratamiento láser del que todas hablan porque te deja la piel estupenda. Cuidarse no es comprar la última pócima détox que hará quitarte la hinchazón de la Navidad de un plumazo. Porque si asumes esos propósitos como propios, seguirás sin conectar con lo qué necesitas tú. Esos propósitos llenarán el vacío, nos entretendrán aparentemente, pero no mejorarán la sensación que tenemos, que es más profunda.

Detrás de esos propósitos, detrás de ese cuidarse, está la industria, que nos genera necesidades a las que solas no hubiéramos llegado. Ayer me miré al espejo y vi más marcadas y profundas mis ojeras. ¿Sabéis qué pensé? ¡Necesito una limpieza de cara, un tratamiento, un algo que reduzca esto! ¿Cómo no voy a pensar que lo necesito si es entrar en Instagram y recibir impactos constantes de tratamientos de piel, hablando de cómo les ha mejorado la piel, de lo descansadas que se ven? Lo que yo necesito es descansar, dormir ocho horas del tirón, dejar el colecho, dedicarme más tiempo a mí misma y darle portazo al estrés. Porque seguramente después de eso me vea mucho mejor, pese a tener las mismas ojeras.

Y no estoy en contra de cuidarnos la piel, soy la primera que ya disfruto de la rutina skincare y la recomiendo, pero no quiero sentirme esclava de eso, creyendo que ese es el verdadero cuidarse, no quiero aumentar los recursos para la cosmética y entrar en un bucle de que nunca es suficiente, quiero acercarme al autocuidado desde otro lugar, aceptándome, queriéndome y a partir de ahí disfrutando de sacar mi mejor versión.

El cuidarse que importa va de tener tiempo propio, tiempo para ti, tiempo del que te nutre y te hace bien. Quizás sea un paseo, quizás sea ese café con esa amiga que te da buen rollo o quizás sea ducharte sin prisas. Cuidarse es sentir que eres dueña de tu tiempo por algunos minutos al día. Cuidarse es frenar las prisas y reducir los debería. Cuidarse es estar tranquila, bajar revoluciones, recargar pilas y entonces desde ahí sí puedes pasar al otro cuidarse, el de hacer deporte, alimentarte mejor o hacerte un peeling. Hace mucho aprendí gracias a mi psicóloga que, si no paras, si no dejas de hacer, si no repostas combustible, como si de un todoterreno se tratara, acabas por pararte en seco porque nunca te diste la oportunidad de escucharte.

El tiempo para cuidarnos se nos escapa de las manos entre tanta autoexigencia, entre tanta culpa por lo que deberíamos hacer y ser, entre tanta expectativa que vemos en redes sociales, alejada de nuestra realidad. Pero cuando te liberas de eso, o al menos lo intentas, empiezas a encontrar el tiempo.

El otro día me preguntaban en la tele que entonces qué consejos podía darle a las Malasmadres para cuidarse. Creo sinceramente que hay que dejar de compararse, de mirar a la otra persona, bajar la autoexigencia y las expectativas que nos han vendido, mandar bien lejos la culpa y comenzar a querernos un poco más, cada día, querernos. Y sin darnos cuenta estaremos cuidándonos. Poco a poco. Cada día un poquito más.

Así que cuídate y pasa de todos los demás propósitos. Comienza por aquello que echas tanto de menos tú y hazlo, comienza despacio, con culpa, pero hazlo.