Criticar antes de conocer.

Hablar antes de escuchar.

Juzgar sin reflexionar, sin respirar, sin pensar, sin respetar, sin más.

Es el deporte nacional de las redes sociales en este país. No hace falta titularse en ningún posgrado de una conocidísima escuela de negocios. No hace falta prepararse durante años para alcanzar una maestría. Solo se necesita un ingrediente básico para comenzar a practicarlo: una cuenta anónima, a veces privada, muchas veces sin avatar reconocible y ¡a disfrutar se ha dicho!

Que de eso se trata ¿no? A criticar sin filtro al de al lado, a poner a caer de un burro al que piensa distinto, a desprestigiar con todas las armas posibles al que consigue éxito, sin conocerle, sin investigar sus logros, sin preocuparse por saber de dónde viene ni a dónde va. ¿Para qué? Lo importante es actuar con la mayor inquina posible y generar conversación desde la segura cobardía de que a ti no te van a atacar porque NADIE te conoce.

Y así van pasando los días en Twitter, Instagram o Facebook. Mientras muchos personajes públicos cierran sus cuentas porque pasarse el día desmintiendo, justificándose o defendiéndose es cansado, muy cansado.

Personalmente tengo la suerte de tener pocos trolls o haters, como se les llama. Pero cuando llegan duelen y fastidian, aunque quede mejor decir "Yo paso". La gente que te quiere te aconseja no contestar, no entrar al trapo, dejarlo pasar, respirar, no mirar, no leer, hacerte una coraza, un escudo protector, no exponerte demasiado, no pasar la línea a tu privacidad, no mostrarte vulnerable, no contar demasiado… Y si seguimos así, pues ya de paso ni hablamos, ni comentamos y casi ni publicamos ¿no? Perdiendo nuestra autenticidad, coherencia y realidad.

Me niego. Lo siento mucho. Pienso contestar.

Porque si no… a este paso los de este lado dejaremos de expresarnos con libertad, para que los haters no se sientan privados de libertad. Porque tienen derecho a desautorizar, criticar, juzgar de manera dañina. Porque de eso se trata la libertad de expresión, ¿no? Pues no lo creo. ¿Acaso tú vas por la calle y le dices a la persona que te cruzas:

- ¡Qué mal gusto tienes!

- ¿A dónde vas así?

- No tienes ni idea de nada.

- Eres una aprovechada, falsa, burguesa que no me representa.

Cuando no lo sufro yo, veo como lo sufren mujeres de mi alrededor, emprendedoras, que luchan a diario por sacar sus proyectos adelante con mucho esfuerzo y pasión. Si no contestamos porque no contestamos, si contestamos porque nos justificamos. Y así en bucle, perdiendo derechos y sintiendo el dedo acusador a diario.

Dos consejos a los haters:

1. Si no te gusta, no sigas a esa persona. Eso también es ser libre, pero siempre respeta y trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti, con respeto, amor y sororidad.

2. Usa toda esa energía en positivo, para construir y crear algo. Para luchar por algo. Porque si das, siempre recibirás.

Un consejo a los/las que los sufrimos: contesta si lo necesitas, exprésate si así lo sientes, no te escondas y dejes hundir porque cuando actúas desde la verdad ni el mayor de los haters puede conseguir que dejes de brillar.