¿Cómo conciliar en verano y no dejarte la salud y la cartera por el camino? Sería un buen título para este artículo si realmente hubiera otras soluciones y claves para conseguirlo. Pero esto es como cuando llega el cambio de hora, que paras y piensas: ¿de verdad otra vez estamos igual? Con la pequeña gran diferencia que el verano para las madres son los 60 días no lectivos, en los que hay que tirar de imaginación, recursos, malabares, abuelas, campamentos, amigas, buscar todas las opciones y no morir en el intento para sobrevivir a los temidos juegos de la conciliación. Porque sí, ¿lo dudabas? Somos nosotras, las madres, las que organizamos las vacaciones escolares. En esto tampoco hay corresponsabilidad ni se le espera.

El 72% de las madres declara ser la principal responsable de organizar los días no lectivos. Un 24% dice que lo reparte con su pareja por igual. Y atentas, redoble de tambores, solo un 2% de los hombres lo gestiona, según el estudio El coste de la conciliación de Yo no renuncio.

Pero cuando hablo de corresponsabilidad también hablo de la falta de redes formales del cuidado, servicios gratuitos y opciones de las administraciones públicas para TODAS las familias. Yo me pregunto, ¿qué pasaría si los políticos y políticas de este país no tuvieran el privilegio de pagar la conciliación?

Los grupos de WhatsApp de las madres de España están que arden con la gran pregunta en juego: "¿Y tú cómo lo vas a hacer?". Abuelas de España esperando su turno para apoyar a sus hijas con la bendita conciliación que lleva su nombre. Ellas, que ya lo dieron todo, ahora cuidando cuando realmente es hora de cuidarlas a ellas. Pero lo damos por hecho e incluso lo romantizamos. Y si no lo creéis, os invito a ver la campaña de publicidad que les pone el nombre de Lala a todas las abuelas que nos salvan la vida. Lala, una abuela todopoderosa que juega con su nieta y hace teatrillos hasta el anochecer mientras su madre trabaja hasta las tantas de la noche pero, ¡qué suerte!, que alguna noche hasta les queda tiempo para compartir un filete de pavo juntas. En serio, últimamente mi profesión me genera un desasosiego y lloro viendo estos anuncios, no de emoción, sino de tristeza. Este mensaje es tan peligroso, perpetua los roles, responsabiliza a las madres, normaliza que las abuelas tengan que críar a nuestras hijas e hijos y lo que es peor normaliza que nosotras, las madres, no podamos cuidar y que aceptemos como única solución un trabajo que da la espalda al cuidado y que está lejos de la conciliación.

El domingo, después de huir a correr un rato y engañada por la dopamina que había generado mi cuerpo, sucumbí a los deseos de mis hijas desde hace semanas: "Mamá, quiero ir a la playa". Todo eran risas y alegrías, me creía la happy family de la playa mientras veía a mis hijas rebozarse literal en las arenas, hasta que volvimos y puse el pie en mi santa casa, con kilos de arena a mis espaldas… Estaba en la terraza sacudiendo toallas, enjuagando bañadores y acumulando ropa para poner lavadoras y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo pensando en el verano de las madres y en lo largos que son los días. Pero, sobre todo, en lo poco que llegamos a disfrutar con calma, porque la vida te espera al otro lado de la puerta con toda la carga de trabajo y cuidados, que en verano se multiplica por mil y la culpa diciéndote bajito: "No te quejes, disfruta del verano, que crecerán y lo echarás de menos".

Un pensamiento de huida en soledad hasta septiembre me llevaba a Las Bahamas (sin billete de vuelta) mientras mis hijas se peleaban de fondo cuando suena el teléfono, la abuela diciéndome que tiene un túper de lentejas para mí... "Gracias mamá, lo guardaré para julio cuando esté al borde del precipicio, contando los días para la vuelta al cole".