Ocultamos las señales de la maternidad, las cicatrices que nos deja en nuestra piel haber tenido un bebé dentro durante meses. Porque son feas. Las rechazamos. Porque no nos gustan. Las estrías, la piel que sobra de haberse estirado tanto nuestra barriga para dar vida o nuestros pechos para dar de mamar. Porque no nos reconocemos. Nuestros cuerpos cambian, se convierten en cuerpos de postparto, cuerpos que hay que ocultar, que no son bellos. Porque son cuerpos de madres.

Y dejamos de mirarnos, de querernos, de respetarnos en el momento que ocultamos la verdad de nuestros cuerpos. Si nuestro cuerpo, si nuestra piel, si nuestro físico no cambia, nosotras somos las mismas. "Mujeres empoderadas, que podemos con todo, superwoman de piel lisa y tersa", que soportamos el cansancio, las horas sin dormir, el estrés y las normas de una sociedad que da la espalda a la maternidad. Rechazan "los cuerpos de madre" y nos venden todo tipo de tratamientos, entrenamientos y productos para acabar con lo que ha hecho en nosotras el embarazo, el parto y el dichoso postparto. ¡Mírate cómo estás!

Tememos el embarazo, lo transitamos con miedo a subirnos a la báscula, mirando nuestros pechos crecer, nuestras caderas ensanchar, nuestros tobillos hincharse, mirando con terror por qué cambia tan deprisa. Transitamos las últimas semanas con dietas restrictivas, con amenazas de "como engordes más…" y llegamos al postparto con un miedo tan grande a lo que vendrá que así es imposible disfrutarlo. No se trata de negar lo duro que es, claro que no, se trata de visibilizarlo, en todas sus formas, para ser conscientes de que sufriremos emocionalmente y también se nos caerá el pelo, se nos secará la piel y viviremos cada una un duelo de evolución física y mental que es el resultado de la maternidad en nuestros cuerpos.

No es normal vivir este proceso que es la maternidad obsesionadas con borrar todo lo que nos deja en nuestros cuerpos, para así demostrar al mundo que somos LA MISMA, que somos válidas, que podemos ser y estar igual que antes, con la "pequeña" diferencia de que ahora tenemos una "gran" responsabilidad: somos madres. Y que nos cambia por fuera y por dentro.

Ocultamos nuestros cuerpos de madres con fajas, con ropa suelta, con cremas antiestrías (que no hacen nada) y con tratamientos (si tenemos dinero) en una lucha constante por hacer desaparecer cualquier signo que muestre que nuestro cuerpo ya no es el mismo. Nos dejamos convencer y creemos que nuestros cuerpos no son hermosos. Nos dejamos engañar, creyendo que podemos volver a entrar en los vaqueros de antes en apenas unas semanas y si no puedes es que eres "ese tipo de cuerpo de madre que cambia" y dejas de ser deseable, de gustar, de pertenecer a la tiranía de un canon de belleza, creado ¿por quién? ¿De verdad otras madres han creado esto? Más bien una industria y una sociedad a la que no le interesan los cuerpos de madre. Porque los cuerpos de madres no venden. En el cine, en la televisión, en la publicidad los cuerpos de madres no son visibles. Y todas queremos ser visibles, gustar, tener vida pública y que nos digan "qué bien te recuperaste". ¡Qué bien te recuperaste! Porque puedes estar hecha una mierda por dentro, pero si desde fuera tu cuerpo oculta todas las señales, es que te has recuperado fenomenal, eres válida y ocultaste bien tu maternidad. ¡Enhorabuena!

El otro día compartí una foto de mi barriga arrugada, con piel sobrante de tres embarazos y tres gigantobarrigas tremendas. Muchas Malasmadres aplaudieron mi valentía por mostrarme tal cual. No me parece valiente, hace años no lo hubiera hecho. Aunque sí soy consciente de que hay que visibilizarlo para sentirnos menos solas y concienciar de que los cuerpos de madres también son estos. Y son reales y hermosos. Otras mujeres "criticaron" que dijera que esas señales eran bellas, porque a ellas les parecían horribles.

Seguimos sin entender que la construcción de lo que es bello, y lo que no, no nos pertenece, no es propia, sino cultural y social. Ojalá fuéramos libres de sentir la belleza de manera propia, quizás nos sorprenderíamos sin vergüenza de desear otros cuerpos no normativos, quizás disfrutaríamos sin complejos en bikini con nuestras barrigas flácidas, quizás acortaríamos nuestras mallas y disfrutaríamos de los cuerpos libres de madres maravillosos que tenemos.

Esto no va de imponer mi manera de ver la belleza en los cuerpos de las madres, que me parecen poderosos, sino de aceptarnos y querernos con lo que somos, con lo que hemos creado y de cambiar la mirada de los que nos imponen recuperarnos, parecer siempre más jóvenes, siempre más delgadas y siempre más "bellas". De pieles lisas, tersas e hidratadas.

No somos las mismas. La maternidad nos cambia. Por dentro y por fuera. Nosotras lo sabemos, pero quizás toca decirlo en voz alta y mostrarlo sin filtros.