El coronavirus está paralizando a la sociedad. No está controlado, hay miedo a lo desconocido, mientras siguen aumentando los infectados y no hay vacuna. Estamos ante un desafío, no solo en España, sino en la comunidad internacional, que pone a prueba la capacidad de afrontar este tipo de situaciones con trabajo global, en equipo. Si cada uno va a lo suyo, costará infinitamente más ganar la batalla. Y esto vale tanto para las medidas internacionales, en la Unión Europea, como para las de España y entre comunidades autónomas.

La Organización Mundial de la Salud no acaba de decir únicamente que el COVID-19 ya es oficialmente una pandemia, sino que también ha afirmado que puede ser controlada, pero que todos los países deben colaborar, globalmente, para combatir el virus. En la Unión Europea, al menos por ahora, no está ocurriendo. Prima la descoordinación y la lentitud. Cada uno de los 27 países miembros está tomando medidas dispares y la cumbre del pasado martes por videoconferencia solo se saldó con una vaga promesa de coordinarse y adelantar el desembolso de 25.000 millones de euros.

En territorio europeo, las medidas más restrictivas las estamos viendo en Italia. A rebufo de los casos más graves. Lo último, el cierre de todos los establecimientos en territorio italiano, menos farmacias y tiendas de alimentación. Antes, se cerró Lombardía, cuya capital, Milán, es su motor económico, y otras 14 provincias, entre ellas Venecia. La restricción afecta a 16 millones de personas. En el país tienen más de 7.000 casos positivos y 366 muertos, 133 en sólo 24 horas. Habrá que estar atentos a la experiencia italiana, contundente parece, aunque llega tarde y descoordinada. Allí está siendo motivo de gran polémica.

El exprimer ministro italiano, Matteo Renzi, dice que en Italia suspender vuelos directos provocó un daño mayor, porque perdieron los datos del flujo real de personas que estaba llegando desde China y personas contagiadas pudieron seguir entrando en territorio italiano, haciendo escalas en otros países. España ha prohibido los vuelos directos desde Italia a nuestros aeropuertos esta semana. Aquí, con la cifra de este miércoles, tenemos más de 2.200 contagiados y 55 fallecidos, según los últimos datos oficiales. La Comunidad de Madrid cerró la jornada de ayer con más de 1.024 casos y 31 muertos.

En Estados Unidos, Donald Trump acaba de anunciar la suspensión de los viajes desde Europa, con excepción de Reino Unido, a partir de este viernes a medianoche. El veto afecta a los ciudadanos extranjeros que hayan pasado por el territorio Schengen en los últimos 14 días. El Gobierno norteamericano también ha emitido la recomendación a los estadounidenses de no salir del país. Más de 1.000 personas han dado positivo por coronavirus y hay 31 muertos. Allí el Dow Jones, el índice de referencia bursátil, ha sufrido el desplome más rápido de su historia desde su nivel de máximos. Poco después del discurso del presidente, la NBA anunciaba la suspensión de la temporada.

Como se ve, son medidas por países. Incluso por comunidades autónomas, como ocurre en España. Veremos qué ocurre. En territorio español, la crisis del coronavirus pone aún más en valor el sistema de sanidad público. No te cobra 300 euros por hacerte la prueba, como están haciendo algunos en la privada. Nuestro sistema de salud sí afronta el reto de encarar un aumento de casos para el que iremos viendo hasta qué punto estamos preparados. Es una guerra global, no de guerrillas. Ya es pandemia y amenaza con causar una recesión económica global.

El trabajo en equipo afecta también a todos y cada uno de nosotros. Hay una responsabilidad individual, como las medidas de higiene personal y ser solidarios, no alarmistas. Hay medidas diversas y son los expertos quienes deben decidir, pero parece que todos coinciden en la eficacia de trabajar acotando los casos, haciendo test, aislándolos y buscando los contactos que hayan tenido. Tampoco debe cundir el pánico en nuestros comportamientos cívicos, por más que en los próximos días y semanas se espera que el número enfermos vaya a más. Llenar la casa de papel higiénico del Mercadona no nos traerá la solución y solo es una gran cagada.