Se simplifica y se elige a un malo: Pablo Iglesias es el culpable de lo que pase. Seguro que lo han oído más de una vez: "La culpa es del coletas", "menudo peligro el de Podemos", "el Iglesias es el que tiene la culpa"… A Pablo Iglesias le han convertido en una especie de enemigo público número uno, el objetivo a batir, un personaje al que atribuyen poderes malignos por encima de sus posibilidades. A partir de ahí, a por Iglesias.

Por su programa político, Pablo Iglesias es el idóneo para que muchos poderosos vean en él al rival. Por su apariencia, con el pelo largo, sin traje ni corbata, hace tiempo que vieron motivos para caricaturizar aún más al ser malvado, peligroso e inconveniente. Y ya cuando ha logrado ser vicepresidente de España… ¡Hasta ahí podíamos llegar! Hay sectores que van a por Iglesias y no están dispuestos a parar hasta que consigan hacerle morder el polvo.

Pablo Iglesias, como todos, se ha equivocado, se equivoca y se equivocará, pero ese reduccionismo de señalarle como la personificación del mal y tratar de amargarle la vida a él y a su familia no es de recibo. Como dirigente, justo es que a Iglesias le hagan oposición política y que esté expuesto al derecho de manifestación de los disconformes, pero otra cosa es el hostigamiento personal inaceptable en su vivienda. El señalamiento, los insultos y amenazas, incluso cuando el líder de Podemos está con sus niños, son fascismo y un intento de machacarle como rival político y como persona.

Van ya meses en los que, junto a una casa, en la que hay tres menores, se suceden las concentraciones insultando, amenazando o intimidando. Salen unos días fuera de Madrid y les vuelven a señalar. A los padres, por ser del partido rival, considerado el eje del mal. Los niños pagan por ser hijos de quienes son. Alguno de estos pequeños ya fue imagen publicada cuando era una simple ecografía. El despropósito llega a que unos niños paguen por la profesión o ideas políticas de sus progenitores, que ellos no han decidido. Seguro que los defensores de la familia lo pueden entender.

Un hostigamiento familiar así no es aceptable en ningún caso. Con menores de por medio, aún menos. A Pablo Iglesias, como a todos, hay que cuestionarle por sus actuaciones en un partido político o en el gobierno, pero no acosarle en su vida en familia. Así que detengan esto y, si no lo paran, es la autoridad competente quien lo debe parar. Evitemos males mayores y llevemos la necesaria crítica política a los cauces adecuados. Supongo que esto lo entienden hasta aquellos que dicen que sin Pablo Iglesias se acabarían todos nuestros problemas.