El otro día leía el libro 'Time of my life' de Hadley Freeman (editado por Blackie Books), un volumen fantástico que repasa películas interesantísimas de las década de los setenta y ochenta en Hollywood. Pelis abiertamente feministas y con mujeres independientes como protagonistas. Pero de pronto… ¡zas! En la página 180 la autora va y me desmonta una de las pelis de mi infancia y adolescencia. ¡Resulta que 'Kramer contra Kramer' es una trampa! ¡El mal! ¡Que no! ¡Que ya no nos la quedamos! ¡Y muchas no nos habíamos ni dado cuenta! Así con todo, de verdad. Pues resulta que esta tierna, adorable y lacrimógena historia en la que a Dustin Hoffman, un ejecutivo de publicidad mega exitoso, le abandona su mujer, Meryl Streep, y en consecuencia tiene que dejar de lado (solo un pelín) su carrera y hacerse cargo por primera vez (ya era hora) de su hijo de seis años, es más misógina que Javier Marías.

Claro, Dustin tiene que aprender a ser padre y ganarse el afecto del niño, al que antes prácticamente ni conocía. Y reorganizar su vida para incluir a su vástago del todo en ella, desatendiendo otras dimensiones de su existencia. Esto le viene fatal a Dustin, y tiene que montarse un vida nueva, con nuevas responsabilidades, dejando atrás una vida cómoda e individualista. Esta peli, dirigida por Robert Benton, hace que despreciemos al personaje de Meryl Streep, a la que todos odiamos, efectivamente, cuando reaparece y pide la custodia del niño, la muy cabrona. Acuérdate, cuando regresa tras varios meses ausente (en los que la mujer solo estuvo intentado encontrarse a sí misma), cómo todos la juzgamos por su comportamiento excéntrico (de loca, vamos), irresponsable y egoísta, y la culpamos de la ruptura con su marido que es un santo, aunque un poco desastrillo, pobre, y de todo ese dolor infligido a su familia. La peli te viene a decir que el niño lo pasa fatal y se pasará la vida entera odiando a las mujeres porque su madre y su feminismo le abandonaron y lo estropearon todo. Y que cuando una mujer se va de su casa, surge el apocalipsis. TODO MAL.

A ver, a mí me seguirá gustando esta película, y seguiré llorando como una loca, pero la perspectiva feminista me ha vuelto a abrir los ojos. Sólo quería contártelo a ti y que esto tú se lo cuentes a otro y así. El feminismo lo tiene que invadir todo. Desactivar trampas. Contextualizar. Yo sé que es complicado y es agotador, hablamos de esto todo el rato. Y todos estos chascos que nos llevamos, y ya perdemos la inocencia, y es que nada es fácil viviendo así, ni siquiera se salva 'Kramer contra Kramer', ya ves tú. Y protestas, y te enfadas, y nosotras las de ahora ya no somos las de entonces. Fíjate Pasolini en sus 'Cartas luteranas' lo que dijo que es genial y una verdad como un templo: "El mundo es de los valientes, pero lo disfrutan los acojonados". Pero eso nos tiene que dar igual, aunque envidiemos la felicidad e ignorancia de los cobardes. No podemos vivir renunciando. Y conformarnos. Es una tentación aplastante, pero debemos aborrecer con todas nuestras fuerzas el espíritu de la renuncia. Deja que los acojonados disfruten del mundo ¿Qué le vamos a hacer? No podemos hacer nada. Pasolini también dijo esto: "El mundo cambia eterna e inagotablemente. Pero una vez cada varios milenios se produce el fin del mundo. Y entonces el cambio es, justamente, total". Mientras tanto, podremos decir que 'Kramer contra Kramer', aunque nos encante, es sexista y reaccionaria hasta decir basta ¿no? Jajajaja, sí.

En otro orden de cosas, te voy a contar una última cosa que no tiene nada que ver, pero es que yo lo quiero soltar a toda costa. Hace poco hablé aquí de los hombres que interrumpen a las mujeres. Sin parar. Cada día. A todas horas. Pero hoy quiero que no te olvides de esa especie de tíos que nunca te interrumpen porque simplemente ¡no te dejan hablar! Tres cojones les importa lo que tú tengas que decir. Esto es demencial, son legión. ¿Sabes esos tíos que, en una conversación, ellos consideran que lo que tienen que decir es siempre de un interés interminable, y que todos los que están alrededor se mueren por escucharles? Y entonces, por ejemplo, estos tíos plastas se sientan en una mesa a cenar, en tu casa, que te has tirado toda la tarde cocinando una pierna de cordero con patatas panadera y luego te has hecho una tarta de queso con sirope para tus invitados, y éstos se sientan en tu mesa, y se hacen con la mesa, y esperan que lo más normal es que los invitados, tus invitados y tú, tengáis la deferencia, mientras os coméis la pierna de cordero, de escucharle sin fin y asentir toda la velada. ¿Te suena? O sea, tú imagínate el coñazo sideral. Pero vamos a ver, eso no es una conversación, la conversación que tú esperabas tener cuando invitaste a toda esa gente a casa. Es un monólogo. De un plasta. Y habéis quedado en tu casa para conversar. Mira, si esto te pasa, HAZLO SABER. Ya al día siguiente, replantéate esa amistad, amiga, nada va a aportarte, te lo aseguro. En esas estoy yo, dejando atrás al plasta, sin remordimientos. ¡Adiós!

Nada más.