Es absolutamente sorprendente, pero una cosa de no creer, ser testigos de cómo el feminismo -el movimiento social pacífico más importante del siglo XXI- les está pasando a algunos por delante de sus narices y como estatuas de sal, se han quedado en el sitio, como auténticos pasmarotes, con la boca abierta. El feminismo no les está apelando en absoluto. Ya te digo, algunos ni siquiera les atraviesa ni una leve inquietud de leer tres cositas o investigar para ver qué onda. Otros sí que se ponen, pero de mala gana a ver qué encuentran y se plantan en la controvertida Camille Paglia y de ahí no se mueven.

Luego están los peores, que sí que leen, sí que saben de qué va la vaina ¡pero! no se caen del guindo -que no hay tu tía, que no hay introspección, que no hay epifanía que valga- y entonces somos nosotras las que nos quedamos pasmadas y con la boca abierta, atónitas ante su incapacidad de empatizar, y ver que su machismo y su misoginia son más poderosos que el sentido de lo que es justo, de la decencia, del progreso o simplemente de la bondad.

Es absolutamente clamoroso que, fuera de rendirse ante lo evidente, se nieguen incluso a aplaudirle sus conquistas al feminismo. Esta gente es enemiga, te lo aseguro. Pero mira, yo siempre he pensado que existe un día clave para cada una, un momento decisivo en el que vamos a ver quién es quién y qué bando elige. Un día que recordaremos cómo esa persona se posicionó para siempre. Ese día es distinto para cada una de nosotras. Pero a todas nos llega, y aunque triste es bastante liberador, si no elige tu bando, ya no habrá dudas, es una persona de la que prescindir. Ya te lo decía tu instinto, recuérdalo, pero ese día será la reafirmación, y seamos realistas, qué poquitas cosas seguras existen en la vida a las que aferrarse, ésta será una de ellas.

Para mí, ese día fue el 26 de abril de 2018, cuando se hizo pública la sentencia del juicio en primera instancia del caso de la Manada. La Audiencia Provincial condenó a sus miembros a nueve años de prisión por abusos sexuales continuados con el agravante de prevalimiento. Uno de los jueces, Ricardo González, falló a favor de la absolución de los acusados.

Ese día muchas y muchos no tardamos en darnos cuenta que a nuestro alrededor existían y cohabitaban, y respiran el mismo aire que respiramos nosotros, una suerte de seres, unos ultracuerpos, que apoyaban la sentencia de abuso, sin ver un ápice de violencia o intimidación, sin ver la agresión en ninguna parte. Algún ultracuerpo incluso estaba de acuerdo con el juez que falló en favor de los acusados. Ese día muchas y muchos no tardamos en darnos cuenta de que teníamos relación próxima, bastante próxima con esa suerte de seres. Ese día, el 26 de abril, fue mi día clave. Y no me equivoqué. Porque esa suerte de seres se reafirmaron el 5 de diciembre del mismo año, cuando fue corroborada la sentencia del 26 de abril por el Tribunal Superior de Justicia de Navarra. Y hoy, esa suerte de seres están indignados por la sentencia del Tribunal Supremo del 21 de junio que finalmente ha decidido aumentar la pena de prisión en seis años, pasando de los nueve hasta los quince años y condenándoles por violación. Esa suerte de seres están que trinan. Mientras muchas y muchos celebramos que esta sentencia refleje los cambios y conquistas sociales que el feminismo ha contribuido a impulsar, esta suerte de seres protesta y se retuerce y se revuelve precisamente por lo mismo sosteniendo que los jueces deben mostrarse imparciales ante la sensibilidad colectiva. Por no hablar del lío miserable que están armando con lo del consentimiento. El lío MISERABLE.

Mira, muchos os habéis puesto en evidencia. Os habéis retratado. Somos testigos. Y ya no hay vuelta atrás.