El reciente vertido de un contenedor con 26 toneladas de granza de plástico –mal llamada pélets– alcanzó las costas españolas porque es un material que flota en el mar. No todos los plásticos tienen esta cualidad. Solo aquellos cuya densidad es menor que 1 kg/L flotan en el agua, el resto de los plásticos se quedan en el fondo del mar. Los plásticos son una familia enorme de materiales con cualidades muy diferentes entre sí. Por ejemplo, los plásticos de PVC, PET, ABS o poliamida tienen más densidad que el agua, así que no flotan en el océano. Sin embargo, la granza del vertido del buque Toconao está compuesta principalmente de polietileno (PE), que es un polímero plástico menos denso que el agua, por eso flota, por eso se ve.

Los otros cinco contenedores con neumáticos que perdió el buque mercante han ido a parar al fondo del mar. Acabarán erosionándose hasta convertirse en microplásticos de caucho, pero estos no acaparan portadas porque no flotan, o como dice el dicho "ojos que no ven, corazón que no siente". Se estima que el 70% del plástico que se tira al mar está en los fondos marinos, así que la contaminación de plástico que se ve es solo la punta del iceberg.

El actual vertido de granza supone el 0,0002% de todo el plástico que se tira al mar cada año. Este dato no es para restar importancia a este accidente medioambiental, sino para darle proporción. Este dato debería servir para alertar de que el problema de la basura que acaba en el mar es mucho mayor, es colosal. De hecho, solo en las playas gallegas estos días se han recogido 13,5 toneladas de plástico, de las cuales unas 3,5 toneladas son de granza y la mayoría, 10 toneladas, son de otros plásticos. Esa ingente cantidad de plástico que alcanza nuestras costas no se puede explicar con el comportamiento de unos cuantos incívicos que abandonan la basura en las playas. Tampoco se puede explicar con el uso normal del plástico que se hace en España y en el resto de Europa, ya que aquí los residuos se gestionan de manera ejemplar y no se vierten al mar. La mayor parte del plástico que contamina nuestro litoral ha recorrido miles de kilómetros a través de las corrientes oceánicas. El mar es un fluido compartido por todo el planeta, igual que la atmósfera. Del mismo modo que los gases de efecto invernadero que se emiten al otro lado del mundo afectan por igual a toda la Tierra, con la basura que se tira al mar ocurre lo mismo. Cada año se tiran al mar unos 13 millones de toneladas de plástico que se esparcen por todo el mundo. Los principales contaminadores son China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka, que vierten al mar de forma indiscriminada el 80% de todo el plástico que contamina los océanos.

El principal contaminante sólido que acaba en el mar es el plástico, pero no todo es plástico. El 7% de los contaminantes sólidos son metales, el 5% son vidrios, el 3% son tejidos, seguidos de gomas, papel y maderas procesadas. Aunque estos contaminantes no son tan protagonistas, también son altamente perjudiciales para el medio marino. Los vidrios, por su densidad, tapizan los fondos marinos alterando su composición y su pH, liberan sustancias tóxicas presentes en su composición, como por ejemplo metales pesados. Los tejidos sintéticos sueltan fibras con cada lavado que se degradan formando microplásticos, mucho más rápido de lo que lo hace la granza, funcionando como adsorbentes de sustancias tóxicas para las especies acuáticas. Los metales alteran la composición de los minerales del mar, y en algunos casos resultan tóxicos como el mercurio, el cobre o el plomo.

Hay que tener en cuenta que los materiales sólidos no solo contaminan cuando se tiran al mar, sino que su proceso de fabricación contamina el mar indirectamente. La industria del vidrio, del metal, de cerámicos y celulósicos son los materiales que más se producen y se usan en el mundo: 84% cerámicas (principalmente hormigones), 9% materiales de procedencia natural (principalmente madera), 6% metales (el principal es el acero) y 1% plásticos (principalmente PE, PP, PVC e PET). De todos estos materiales, los que más CO2 equivalente emiten en su producción son el vidrio y el cemento. En ambos casos, la materia prima procede de canteras y luego hay que calentarla por encima de los 1000 ºC, desprendiéndose alrededor de 1 tonelada de CO2 por cada tonelada de material producido. El mar es un sumidero de CO2. El CO2 reacciona con el agua de mar y queda atrapado en ella en forma de carbonatos. Estos carbonatos son ácidos, por lo que el mar se acidifica. La acidificación de los océanos hace que los organismos calcificadores, como los corales, y especialmente nuestros bivalvos, no sean capaces de sobrevivir.

Hay otros contaminantes que llegan al mar y tampoco se ven, principalmente residuos orgánicos resultado de malas prácticas agrícolas y de las aguas residuales que se vierten al mar sin pasar por un proceso previo de depuración. En España disponemos de plantas depuradoras de aguas residuales que limpian el agua y la acondicionan antes de verterla al mar; pero a nivel mundial se estima que el 80% de las aguas residuales (que incluyen las aguas fecales) se vierten al medio ambiente sin tratar, lo que libera una variedad de contaminantes al océano y causa daños directos a las personas y a las especies acuáticas. Más del 40% de la población mundial (3,46 millones de personas) no tiene acceso a servicios de saneamiento gestionados de forma segura.

Lo que hoy se ve, lo que ocupa portadas y minutos en los medios de comunicación, es un vertido de granza de plástico. En realidad es una mota de polvo en el océano que ha suscitado un gran rebumbio mediático. Si tiene que servir de algo, que sea para llamar la atención sobre lo importante: hacer visible la contaminación invisible, la que de verdad está asfixiando a nuestro mar.