El 43,8% de los españoles no se vacunaría inmediatamente cuando se tenga una vacuna contra la COVID-19 según el barómetro de octubre del CIS. Los datos han empeorado con respecto al mes anterior. Muchas de estas personas no se autodenominan "antivacunas"pero ya rechazan unas vacunas que todavía no existen. La desinformación, la incultura científica y la torpeza informativa de las administraciones están contribuyendo a sembrar la desconfianza.

Si este movimiento antivacunas selectivo sigue creciendo, podría contribuir a que la pandemia se dilatase más en el tiempo, añadiría una nueva dificultad a su gestión, y podría plantear un problema epidemiológico y un dilema ético: vacunación voluntaria u obligatoria.

Estas son algunas dudas frecuentes de los que desconfían de las futuribles vacunas contra la COVID-19:

1. Estas vacunas saldrán en tiempo récord, cuando lo habitual es tardar varios años

El tiempo que se necesita para obtener una vacuna es muy variable y depende de múltiples factores. Un factor es el propio virus y la enfermedad que desencadena. Hay tipos de virus para los que resulta más fácil diseñar vacunas. La respuesta natural del sistema inmunitario contra el virus también es clave. Hay virus para los que todavía no existe vacuna, como el VIH que causa el sida. Y hay virus que cuentan con vacunas nuevas y diversas en tan solo un año, como por ejemplo los diferentes virus de la gripe.

Otro factor es la potencia científica. El conocimiento científico es cada vez mayor, por eso el presente es el mejor momento de la ciencia. Además, todos los esfuerzos están centrados en conseguir vacunas contra un único virus. Toda la capacidad investigadora mundial está focalizada en resolver este problema. Claro que se ha acelerado el paso, porque podemos y porque nos va la vida en ello.

No obstante, el reiterado anuncio de fechas genera desconfianza. Primero porque los plazos no se cumplen, y segundo porque realmente no los sabemos. Ninguna vacuna ha concluido su última fase del ensayo clínico, por lo que ninguna ha sido aprobada por las autoridades sanitarias. Podría surgir cualquier contratiempo, incluso para las vacunas que hoy parecen más prometedoras. Por eso hay que ser prudentes y transparentes con esto: no hay fechas.

2. Temo que la vacuna no sea segura, por eso prefiero que otros se la pongan antes y según lo que ocurra decidiré si más adelante me la pongo yo

Eso es precisamente lo que se hace en los ensayos clínicos: miles de personas se han puesto la vacuna antes que tú para poder evaluar si es eficaz y segura.

Esto se hace de forma controlada, eligiendo a un grupo representativo de personas con diferentes edades, sexos, etnias, patologías previas, etc.

Normalmente los ensayos clínicos se hacen por el método de 'doble ciego'. A un grupo de participantes se les administra la vacuna y a otro grupo un placebo (o fármaco control). Para no condicionar los resultados, ni los participantes ni los investigadores saben quién pertenece a cada grupo, por eso se llama 'doble ciego'. Una vez terminado el ensayo, o en estudios intermedios, se desvela a qué grupo pertenece cada uno.

Si alguno de los participantes presenta algún efecto secundario anómalo o grave, el ensayo se para. Esto ocurre con frecuencia en los ensayos clínicos de cualquier fármaco. Fue lo que sucedió con la vacuna de AstraZeneca. El ensayo se paró hasta comprobar que los efectos secundarios de un participante no habían sido causados por la vacuna, bien porque el participante pertenecía al grupo placebo, bien porque tenía alguna patología previa que explicaba esos efectos.

Nunca se había seguido el desarrollo de un fármaco tan de cerca por parte de tantos medios de comunicación, por eso algunas personas interpretaron el parón del ensayo de AstraZeneca como una razón por la que desconfiar. Era la primera vez que leían algo así. Tendría que interpretarse justo al revés. Ante cualquier duda sobre la seguridad de una vacuna, el ensayo se para. Si hay la más mínima sospecha de que la vacuna genera un efecto secundario inasumible, el ensayo se cancelaría definitivamente y esa vacuna quedaría descartada.

Además de los laboratorios que desarrollan las vacunas, los expertos independientes que siguen los ensayos y revisan los resultados, en última instancia están las autoridades sanitarias como la OMS, la FDA o los CDC. Para que las autoridades sanitarias aprueben una vacuna, antes tendrá que demostrar que cumple con los requisitos exigidos de eficacia y seguridad.

Una vez comercializada la vacuna, las autoridades sanitarias mantienen el seguimiento. La 'farmacovigilancia' se hace con todos los fármacos para garantizar su seguridad a largo plazo.

3. Cómo sé que los laboratorios no mienten sobre la eficacia de las vacunas

El ensayo clínico suele contar con un grupo de expertos independientes que verifican cada una de las fases del ensayo. Las autoridades sanitarias también hacen un control periódico de las investigaciones. Los resultados tanto del ensayo final como de los estudios intermedios se publican en revistas científicas para que otros científicos afines puedan acceder a la información y certificar que todo se está haciendo correctamente. A esto se le llama 'revisión por pares'. Este sistema es el que se sigue actualmente en ciencia y forma parte de la aplicación del 'método científico'.

A través de pruebas serológicas se pueden medir los anticuerpos que genera el grupo vacuna: cuántos, de qué tipos y cuánto duran, aunque lo importante es valorar si realmente generan inmunidad. Por eso la forma de medir la eficacia de las vacunas consiste en que los participantes del ensayo siguen su vida normal después de haberles administrado la vacuna o el placebo, de modo que ambos grupos están en las mismas condiciones y asumen riesgos equivalentes. Siguen la vida normal de ahora, respetando las medidas sanitarias. Si el grupo vacuna no contrae la COVID-19, o la contrae significativamente menos que el grupo placebo, significará que la vacuna es eficaz y se podrá calcular el porcentaje de eficacia.

Recientemente los laboratorios Pfizer, Moderna y Gamaleya anunciaron que sus vacunas tendrán una eficacia por encima del 90%. Aunque las autoridades sanitarias respectivas de cada país están haciendo un seguimiento de los ensayos, los laboratorios lo anunciaron a través de comunicados de prensa; es decir, todavía no publicaron los estudios y estos son intermedios, así que de momento hay que tomar esta información con cautela. Es muy esperanzadora, pero no es la definitiva.

Una vacuna con un 60% de eficacia ya sería una buena noticia, por eso estos anuncios están siendo tan celebrados.

Tanto Moderna como Pfizer están compartiendo datos precisos del ensayo intermedio. Registraron 95 y 94 casos de COVID-19 entre sus participantes, de los cuales más del 90% pertenecen al grupo placebo. Con ese dato se calcula la eficacia. En ambos casos el ensayo continuará hasta que se registre un número de casos representativo.

Una vez finalicen los ensayos y los resultados de eficacia sean definitivos, las autoridades sanitarias tienen la última palabra. Verificarán si ese dato es cierto y suficiente. Será el paso previo a su autorización.

4. Que una vacuna sea eficaz no es suficiente

Eficacia, efectividad y eficiencia son cosas diferentes. "Eficaz en el matraz, efectiva en la vida, eficiente para el gerente".

La 'eficacia' es lo que se mide en los ensayos clínicos, en condiciones controladas. La 'efectividad' es lo que veremos en la realidad si la vacuna se aprueba: cuánto dura la inmunización, si se necesitan más dosis de refuerzo, qué variantes genéticas del virus (mutantes) neutraliza mejor, etc. Cabe esperar que una vacuna con una eficacia alta, su efectividad también lo sea.

La 'eficiencia' de una vacuna vendrá dada por su viabilidad: cuánto cuesta producirla, cuánto cuesta distribuirla… Por ejemplo, las vacunas de Pfizer y Moderna son fáciles y baratas de producir. Ambas son vacunas de ARN encapsulado en nanopartículas de lípidos. El problema es que han anunciado que tendrán que conservarse a temperaturas bajo cero: -75ºC la de Pfizer y -20ºC la de Moderna. La razón es que el ARN se desintegra con facilidad, por eso su conservación es tan delicada. Tendríamos que recurrir a sistemas de refrigeración caros y complicados como gases licuados o hielo seco. Es todo un desafío logístico que podría dejar fuera a algunos países, sobre todo a países en vías de desarrollo. ¿Podría optimizarse la temperatura de conservación, es asumible su distribución a escala mundial? Cabe la posibilidad de que alguna de estas vacunas se descarte por ineficiente.

5. No me fío de la industria farmacéutica

Si finalmente tenemos vacunas, será gracias a la investigación científica que se hace en la industria farmacéutica. Y se podrá distribuir y producir en grandes cantidades gracias a las multinacionales. A algunos se les olvida que solo saldremos de esto gracias a la ciencia, y ahora mismo la ciencia la hacen sobre todo ellos. Sobre todo "los de fuera".

La vacuna no va a salir de laboratorios Pepe, ni de un centro de investigación con pocos recursos. La pandemia de COVID-19 ha sacado a la luz las vergüenzas. La inversión en ciencia de España está muy por debajo de la media europea. Y de esa escasa inversión apenas se llega a ejecutar la mitad. La burocracia lo engulle todo. Por eso no se espera que España contribuya de forma significativa a la detención de la pandemia. Sería casi un milagro que obtuviésemos una vacuna antes que cualquier otro país.

Dicho esto. Los prejuicios contra la industria farmacéutica están ahí. Algunos se los han ganado a pulso, otros, la mayoría, son vaguedades ideológicas. La semana pasada le tocó a Pfizer, mañana será Moderna, y pasado Johnson & Johnson. Van a publicar "trapos sucios" de todos ellos, desinformando y promoviendo la desconfianza. Se aprovecharán de todos los prejuicios que hay sobre 'la industria farmacéutica' para ganar clics a costa de sesgos y miedos.

Tras el anuncio de una de las vacunas más prometedoras, no tardaron ni veinticuatro horas en inventarse un "trapo sucio" del laboratorio farmacéutico que la desarrolla. Lo han hecho con todos. Así se alimenta a la bestia anticiencia, negacionista y antivacunas.

Con la vacuna de los laboratorios Gamaleya, la famosa Sputnik V, ya han sembrado la duda sobre ella porque es la 'vacuna rusa'. La de los laboratorios AstraZeneca, cuando todo va bien es la 'vacuna de Oxford', cuando tuvieron que parar los ensayos era la vacuna de AstraZeneca. Los laboratorios CanSino, Sinovac o Sinopharm son las 'vacunas chinas', como si esto restase valor a su ciencia. Así todo.

Cuando Pfizer anunció en un comunicado la eficacia de su vacuna, inmediatamente algunos empezaron a compartir titulares del pasado que dejan al laboratorio en mal lugar y que no tienen nada que ver con la vacuna. Esto da alas al movimiento antivacunas. Es desinformar, contribuir al miedo y a la confusión. Como dice el refrán, "lo que Juan dice de Pedro, dice más de Juan que de Pedro".

Algo que también ha contribuido a la desconfianza es que, tras el anuncio de la vacuna de Pfizer, el CEO de la compañía vendió 5,6 millones de dólares en acciones. Es una operación bursátil legal y se produjo por una orden de venta que se había hecho pública hace meses. Este tipo de operaciones están reguladas y son habituales. No obstante, la coincidencia en el tiempo con el anuncio de la vacuna desató las sospechas sobre la legalidad de la operación. Si ha habido alguna irregularidad, acabará saliendo a la luz. De momento nada hace pensar que la haya habido. El asunto ha sido muy criticado, pero aquí nos adentramos en el farragoso terreno de las ideologías.

Mi punto de vista es que, si estas empresas consiguen vacunas capaces de poner freno a la pandemia, celebraré que con ello se enriquezcan. No tiene sentido quejarse de que no hay dinero para la ciencia, y al mismo tiempo criticar los éxitos de las empresas que hacen ciencia. No se me ocurre mejor motivo por el que enriquecerse que salvarnos la vida a todos.

Conclusión

Todo esto es un montón de ruido que distrae la atención de lo importante. Actualmente tenemos una decena de laboratorios farmacéuticos con vacunas en la fase 3 del ensayo clínico, que es la fase previa a su aprobación. Todo lo que están haciendo estos laboratorios se mira con lupa. Todos los pasos que dan están siendo revisados por científicos independientes y por las autoridades sanitarias. Si una vacuna no cumple con los requisitos de eficacia y seguridad, sencillamente no se permitirá su salida al mercado.

Por si quedaba alguna duda, yo soy del 40,2% que de haber vacuna contra la COVID-19, accedería a vacunarme de forma inmediata. De esa manera me protejo a mí misma y protejo a los demás, sobre todo a los más vulnerables. Quien decide no vacunarse alegando libertad individual, probablemente no tenga ni idea de qué son las vacunas, ni de qué es la libertad.