Salvar la Navidad. Ese es el nuevo tópico de quienes se ven superados por la pandemia y necesitan elementos de propaganda que permitan transmitir a la ciudadanía que tienen un plan claro de actuación. Un trampantojo que sirva de elemento de distracción para ocultar su incapacidad y su impotencia y poder seguir adelante en sus poltronas de irrelevancia e ineficiencia. Ignacio Aguado ayer volvió a aseverar que antes de Navidad en Madrid podremos estar por debajo de 25 casos por 100.000 habitantes y vivir unas fiestas navideñas con normalidad que permitan un funcionamiento de la economía a pleno rendimiento. El día en el que más compatriotas murieron en meses.

En la tarde de ayer se conoció el mayor dato de muertes diarios en la segunda ola. Más de 300 ciudadanos españoles murieron en un solo día. Ayer, fallecieron tres ancianos cada hora. En la última semana 500 abuelos y abuelas no tendrían nada que regalar a sus nietos en Navidad. Porque han muerto. La proclama de los autodenominados liberales en la política española es salvar la Navidad para que la economía no sufra tanto, pero su concepción de salvar la Navidad es proteger la riqueza de la patronal que les presiona y no dotarnos de los servicios públicos necesarios para cuidarnos y que la Navidad se salve sola.

Esa impotencia y la elusión de la propia responsabilidad ha quedado evidenciada de manera vergonzante en la propuesta de Cataluña de que los niños de ESO se recojan sus propias muestras para realizarse los PCRs. El argumento esgrimido por la Generalitat es que no existen suficientes sanitarios que puedan recoger las muestras al ritmo que se precisa. Sin entrar en la aberración médica que supone, no conciben que su labor es lograr que existan esos sanitarios y que son sus políticas las que han propiciado que los servicios sanitarios estén en derribo. Sus ocurrencias son la muestra de su acción política de destrucción de los servicios públicos, la paciencia de los ciudadanos les protege de su propia ineptitud.

Salvar la Navidad es reforzar la sanidad. Pero no, a los liberales que tanto aman su país se les ha ocurrido como gran idea para hacernos más pasable este periodo navideño colocar una menina de doce metros de alto, unas grandes banderas de España iluminadas y mucho brilli brilli. Porque su única propuesta es la de las Urracas, brillo y apariencia, no tienen más proyecto para esa patria que dicen amar. Los centros de salud siguen con tal nivel de saturación que no es posible conseguir una cita médica, ni siquiera por teléfono, en los siete días que el sistema te permite intentarlo y las residencias siguen siendo un lugar de tristeza y muerte. Pero su lema es salvar la Navidad.

Una Navidad de sociópatas. Una funesta y fúnebre Navidad. Porque solo alguien con una nula capacidad de empatía con lo que está viviendo su país puede concebir que el objetivo vital de un país pueda ser celebrar fiestas en plena pandemia y que, además, no van a suponer más muerte y tristeza. Más abuelos muertos. Luces y ladrillo, esa es su propuesta para ocultar el nivel de destrozo al que han sometido a la sanidad pública durante sus años de gobierno, un hospital sin médicos que no operará hasta dentro de tres meses cuando la pandemia ya haya asolado el país en dos oleadas, que no tendrá intensivistas pero al que no le faltará un árbol iluminado. Salvar la Navidad este año se reduce a mantener vivos a los abuelos en las residencias y que el año que viene puedan volver a sentarse a la mesa.