No lo tenía fácil, pero la ruptura de Podemos con Sumar es el primer gran fracaso de Yolanda Díaz en Sumar. Las responsabilidades del partido de Ione Belarra ya se han glosado de manera detallada, pero ahora es preceptivo hacer el mismo análisis con quien tenía la responsabilidad de liderar el grupo y no lo ha conseguido perdiendo el 15% de la fuerza parlamentaria de su formación.

En una coyuntura como la actual, en la que cada escaño va a ser necesario para sacar cada ley, es difícilmente comprensible que una formación que aporta treinta y un escaños al gobierno de coalición pierda cinco de ellos en un mes por la incapacidad para integrar todas las sensibilidades. Más aun en una formación que nació con la intención de escuchar, aunar fuerzas y dialogar con todas las formaciones. Yolanda Díaz ha demostrado su capacidad para el diálogo al conseguir importantes acuerdos con sindicatos y patronal, que tienen posiciones antagónicas. Es por eso que es más difícil de explicar a la ciudadanía la imposibilidad de mantenerse unidos con quien piensa prácticamente lo mismo en cada aspecto político. Porque Sumar y Podemos son lo mismo en términos ideológicos y políticos.

Todo lo que ha hecho Podemos no es una sorpresa porque se sabía que iba a proceder de esa manera. Lo sabía Yolanda Díaz cuando lo integró en Sumar, por lo que una vez unidos tenía la responsabilidad de hacer lo posible para mantener el grupo de treinta y un diputados como un bloque y hacer una serie de concesiones que no ha estado dispuesta a hacer. No era una obligación llegar a un acuerdo con Podemos para ir coaligados, pero una vez realizada la coalición sí lo era mantener el grupo unido dando a los de Podemos una parte alicuota de lo que se dio al resto de formaciones de peso equiparable en la formación. Esto no se ha producido y es cierto que Podemos ha sido arrinconado buscando que pierda cualquier fuerza de representación. Puede ser una buena noticia para quien considera a Podemos una formación tóxica, pero si es así no tenía ningún sentido mantener vivo el trampantojo de la unidad.

Hay una serie de hechos incontestables. Podemos quedó apartado de los ministerios y la voz del partido era la única que no estaba representada. Ni ministerios ni portavocías. Los comunes tenían cinco diputados y un ministro, Izquierda Unida tenía cinco diputados y un ministro, Más Madrid tenía dos diputados y un ministro, Sumar tiene diez diputados y dos ministros, y Podemos tenía cinco diputados y ningún ministro. Es difícil defender que existe igualdad en el reparto de ministerios porque la propuesta de último momento de Nacho Álvarez, que es cierto que pertenecía a la ejecutiva de Podemos, pero ya era un hecho que se había integrado en las dinámicas de Sumar y había abandonado las del partido morado. Incluso asumiendo que era un ministro de la cuota de Podemos, Yolanda Díaz habría tenido que buscar el acuerdo mucho antes para aceptar algún entendimiento con Podemos incluso al margen de su petición cerrada de Irene Montero, que no iba a ser aceptada por el PSOE.

No se puede arrinconar a una fuerza como Podemos, que ha demostrado mucha resiliencia, y pretender que no vaya a resistirse incluso forzando la situación hasta el punto de poner en riesgo el gobierno progresista. Analizar la realidad de manera adecuada implicaba conocer cuáles eran las dinámicas políticas de Podemos en los últimos tiempos para comprender que si se quería mantener Sumar unido había que ser mucho más comprensivo y otorgar, al menos, el mismo trato que al resto de los partidos con un peso político similar. No será que no hemos avisado de que el ambiente era irrespirable entre ambas formaciones, por eso es incomprensible haber insistido en un acuerdo que era una ficción.

Sumar nunca tenía que haber integrado a Podemos porque el ambiente estaba tan intoxicado que la ruptura era previsible, pero tomaron la decisión contraria y tocaba ser consecuente con la decisión. Una vez coaligados el comportamiento de Sumar con Podemos parecía buscar la ruptura de manera rápida y empujar a la formación morada a irse para subrogar el problema al PSOE. La ciudadanía no está inmersa en las intrigas palaciegas de la izquierda, los pormenores y entresijos de las inquinas internas son solo conocidos por unos pocos que tenemos la desgracia de tener que contarlas.

Yolanda Díaz se quejaba amargamente en el Congreso de la desafección que la decisión de Podemos genera en la ciudadanía. Tiene razón, pero ella es la máxima responsable del partido y a ella le correspondía mantener unido al grupo. Era una responsabilidad amarga y puede que imposible. Pero no ha hecho demasiado porque la fuga no se produjera. Si hubiera hecho lo posible para mantener unido al grupo no habría nada que reprocharle. Pero lo cierto es que la ruptura era buscada, tanto por Podemos como por Sumar, ambos espacios solo querían ir unidos para ser más eficientes por la ley electoral y después buscar su propio camino. La unidad de la izquierda es hoy una quimera, lo era hace un año, y lo era hace dos. Hubiera sido más honesto por parte de ambas formaciones no mentirles y darles dos papeletas en vez de engañarles con una unidad que nunca existió.