Se sabe que el PP da por perdida una crisis cuando empieza a insultar a las víctimas. Es en ese momento cuando la derecha asume que no hay ninguna manera de solucionarlo y que no podrá evitar que les pase factura. Es entonces cuando empiezan a convertir a las víctimas en una pieza más del adversario y actuar con ellas como si fueran un enemigo político más. De despreciarlas y criticarlas pasarán a acusarlas de estar politizadas y buscarles trapos sucios. De eso se encargarán los medios y pseudomedios que tienen comprados, ocurrirá pronto si la crisis escala y empieza a erosionar a Juan Manuel Moreno Bonilla.
Antonio Sanz, el señor que el presidente del currículum menguante puso al frente de la crisis de los cribados del cáncer de mama, se dirigió a las mujeres de la asociación AMAMA con una condescendencia paternalista y machista que por sí misma sería para que se fuera a su casa cuando estamos hablando de la vida de miles de andaluzas. El consejero se dirigió a ellas al decirles "con cariño" que dejaran de malmeter, mentir y manchar la imagen del servicio andaluz de salud. Por la tarde se supo que ellas no mentían. Que sus pruebas habían desaparecido del sistema. Ellas no tenían por qué saber que era un error puntual, informático, o intencional, simplemente veían en sus aplicaciones que sus pruebas no estaban. Decían la verdad. El consejero en vez de explicar las razones por las que esas pruebas desaparecieron decidió despreciar e insultar a las víctimas.
Esa estrategia habitual de confrontación con las víctimas que su gestión provoca es histórica. Una de las personas que mejor representan esa manera de proceder de la derecha es Pilar Manjón, a la que el PP llegó a acusar de miserable y dudó que su hijo falleciera en los atentados del 11-M. El repaso sería interminable, desde el YAK42 a las víctimas del accidente del Metro de Valencia, pero el sadismo con las víctimas alcanzó su epítome con Isabel Díaz Ayuso y los 7.291 ancianos fallecidos sin asistencia sanitaria en las residencias durante la pandemia.
La norma en la política de Madrid es despreciarlas, insultarlas, y acusarlas de estar politizadas para desdeñar sus denuncias, protestas y reivindicaciones. No hay que olvidar el memorable "se iban a morir igual" o el iracundo "siempre están ustedes con estas mierdas" cuando 'Lady Quirón', cansada de que le pregunten por la vida de 7.291 personas muertas sin asistencia por su gestión, las despachó con esa condescendencia. El modo de actuación es exportable, y hemos visto en Valencia cómo Carlos Mazón ha hecho listas de asociaciones de víctimas buenas y malas, de no politizadas y politizadas, de las que merece la pena recibir y desdeñar. De las que es preceptivo insultar.
En Andalucía a Juan Manuel Moreno Bonilla se le llama "suavón" desde la izquierda porque es un tipo que con una apariencia blanda es un tipo que esconde malas intenciones, se podría explicar de manera quirúrgica su gestión con la sanidad de esa manera, porque mientras hablar de fortalecer la sanidad pública con buenas palabras desde que entró en la presidencia ha incrementado el traslado de fondos de la pública y la privada y el peso de esta en los presupuestos públicos. Suele ser habitual que en la opinión pública madrileña se trate de moderado a cualquiera sin pararse a escuchar a los compañeras y ciudadanos de la región. Pasó lo mismo con Alberto Núñez Feijóo, vendiendo, de manera interesada, que su llegada traería moderación a la política nacional. Bastaba con haber atendido mínimamente la política gallega para saber que eso era simple propaganda barata o ignorancia catedralicia. No hace falta ahora despejar la duda sobre la radicalidad calculada del amigo de los narcos pero convendría que antes de cometer los mismos errores con quienes vienen de más allá de la M-30 se haga un esfuerzo de escucha.
El pánico habitual de quien ha perdido el control de la crisis ha comenzado. El caso de los cribados del cáncer de mama es solo la punta del iceberg de un problema sistémico provocado por la degradación del sistema público de salud en favor del sector privado y que no tiene solución en el corto plazo, ni en el medio. Diría más, tampoco en el largo plazo cuando quien tiene que dirigir la solución está convencido de que la crisis es una oportunidad de negocio. Porque no le quepa duda a nadie de que esto facilita que haya un enorme trasvase de pacientes del sector público al privado y a su vez de engrasar el discurso contra los impuestos al dejar en evidencia que no se dedican donde son necesarios. Solo hay que ver el incremento exponencial de anuncios de las empresas privadas de salud metiendo miedo en los últimos días. Han visto sangre y han comenzado a explotarlo.
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