No me negarán que no es llamativo que una profesión copada por subsaharianos y latinoamericanos como la del agro no tuviera ninguna representación en una manifestación que dice defender los derechos de la gente del campo. Ni un temporero hondureño, ni un jornalero senegalés, ni un solo asalariado. Es normal que no estuvieran, estaban preocupados salvando las chabolas en las que viven de la anegación por las últimas lluvias y porque ninguna de las proclamas esgrimidas buscan mejorar su vida, simplemente profundizar en las condiciones que inciden en su explotación. El jornalero ayer estaba bajo un plástico mientras su señorito paseaba a caballo por Madrid.

Los análisis sobre los procesos de cooptación de la extrema derecha y la patronal agraria de reivindicaciones justas ya están hechos, ya los hice, cuando empezaron las movilizaciones en febrero de 2020. Ahora ya hay que centrarse en quiénes son los que las lideran políticamente utilizando la crisis de Ucrania. La patronal agraria se manifestaba en Madrid intentando transmitir que era una movilización del pueblo. Junto a ellos estaban los latifundistas que "cultivan desde sus despachos de Madrid". Es normal que Ayuso los recibiera porque Madrid es la región que más ayudas cobra por cultivar a pesar de no tener grandes extensiones cultivables y que acaban en los bolsillos de los agricultores de sofá, rentistas que cobran millones de euros en subvenciones de la PAC por inmensas cantidades de hectáreas sin cultivar. No es el pueblo el que se manifestaba, sino los que se creen sus dueños.

La marcha de señoritos del campo y la patronal rural, jaleados por la extrema derecha que funciona como quintacolumnistas de Putin para desestabilizar los países de la UE que han hecho frente común contra el dictador ruso, no tiene ningún problema con el precio del combustible para su Porsche Cayenne, pero saben que pueden capitalizar la situación objetiva agravada por la invasión de Ucrania y que la pospandemia había puesto sobre la mesa para desgastar al gobierno, que es su único interés. La izquierda tiene muchos problemas para poner distancia cuando ve gente en una manifestación y rápidamente corre a contemporizar con las reivindicaciones de quienes los pondrían en una cuneta.

La manifestación fue convocada por una asociación 'Alianza Rural' que tiene en su patronato a Fermín Bohorquez Domecq, Jose Luis Urquijo o Alonso Álvarez de Toledo y Urquijo, Marqués de Villanueva de Valdueza. Por señoritos. El marqués es íntimo amigo del rey Juan Carlos porque fue uno de los elegidos por Franco para que se fuera a estudiar con el actual emérito a la finca de Las Jarillas. La fortuna del terrateniente es difícil valorarla, pero tiene más de 12.000 hectáreas de cotos de caza entre Extremadura y Castilla y León. No es solo retórica comentar que quien paseaba a caballo por el Paseo del Prado eran los herederos de los caballistas negros de la burguesía andaluza que se dedicaban a cazar a caballo a los republicanos por las sierras andaluzas. Los apellidos son los mismos.

Los análisis bienintencionados y un tanto acomplejados que ponen sobre la mesa la perogrullada de que no todos los manifestantes son de extrema derecha ni latinfundistas tienen la misma visión de tutela exculpatoria sobre la responsabilidad individual que suele expresar el que dice que no todo el que vota a VOX es un fascista. Por supuesto que no, pero poco importa lo que eres sino para quién trabajas y que aportas a la sociedad con tus actos. Las movilizaciones agrorurales están convocadas y capitalizadas por la extrema derecha, quien participa en ellas está trabajando para el posfascismo y de nada sirve hacerse el despistado o el inconsciente. Si participas en una marcha de antorchas no te extrañe si hay alguien que acaba quemando una Sinagoga.