En el año 2018 Isabel Díaz Ayuso posó sonriendo junto a un tanque Centurión expuesto por Israel en los Altos del Golán como muestra de la guerra en 1967 que le llevó a quedarse con territorio sirio. Su fotografía en territorio ocupado ilegalmente declarado por la resolución 242 de las Naciones Unidas luce similar a quienes se hacen fotos sonriendo en territorios de guerra o quienes se hacen selfies posando sexy en el campo de exterminio de Auschwitz o el monumento de memoria a las víctimas del Holocausto en Berlín. La misma banalidad, la misma crueldad. En ese viaje, que se hizo en un año donde Israel pagaba viajes a jóvenes del PP y Ciudadanos, la ahora lideresa se declaraba ferviente sionista y proisrael. No porque supiera lo que significaba, sino porque repetía lo que le estaban diciendo. Ayuso no es capaz de defender ninguna de las posiciones que mantiene de manera racional. No aguanta un debate de ideas profundo sobre el conflicto de ocupación de Israel y el genocidio en Gaza. No se atrevería ni a intentarlo.

A veces es sencillo comprender la esencia humana del inepto escudriñando en sus complejos. El torpe, el inútil, elige la maldad como único modo de sobrevivir en un entorno hipercompetitivo como la política y más cuando forma parte de una organización dispuesta a filtrar vídeos robando cremas cuando no le eres útil. La mayoría de los sátrapas y criminales de nuestro tiempo nacen de sus complejos y de haber sido despreciados por su inutilidad. No hace falta recordar que el mayor criminal del siglo XX estaba cobrándose las deudas por haber sido rechazada como pintor por lo nefasto que era. Usan el poder represivo para curarse los traumas.

Ayuso se ha rodeado de escoria y no sabe comportarse de otra manera. Es en lo que ha sido educada. Lo ha visto en casa. Haciendo negocios con mascarillas mientras los madrileños se morían ahogados, cobrando préstamos públicos que luego no devuelven, juntándose con un delincuente confeso al que se acusa de pertenencia a banda criminal. Nada en su carrera ha salido de una actividad honesta y decente. Comenzó su carrera cobrando 4.000 pavos al mes de un chiringuito público como Madrid Network para colocar a ineptas como ella con ganas de medrar, pasando por tirarse la pandemia en un aticazo de un empresario amigo para acabar viviendo en otro aticazo que ahora se investiga que podría haber sido pagado con dinero fruto de la corrupción.

Ayuso no sabe lo que es tener un trabajo normal y honrado de los que cualquier persona ha tenido que vivir. Sabe que con su nivel no habría pasado de cobrar el salario mínimo en algún puesto en el que no necesitara que se hable mucho porque sería difícil entenderla si alguien no se lo escribe antes. Los trabajos de cara al público los tendría descartados sin pinganillo. Es una de esas personas mediocres que sin arrimarse al poder y haber tragado mucha mierda no habría sido más que una pobre medianía. De hecho es una medianía, con poder, pero medianía.

En lo único que es buena es en defender aquello que le manden con rigor militar. No tiene problema alguno en ser la más radical al servicio de las ideas de otros con poder y dinero porque ella no es más que una sierva hasta siendo presidenta de la comunidad. Defiende a los genocidas de Israel no porque sepa nada del conflicto, Ayuso no sabe nada más que de manera superficial, con clichés y proclamas inconexas. No conoce de Israel y Palestina más que lo otros han decidido que tiene que decir, si sale de los cuatro lemas colapsa, balbucea y obliga a los demás a bajar la cabeza avergonzados incluso aunque sean sus seguidores. Lo mejor que sabe hacer es generar vergüenza ajena.

Esa rabia por saberse una inepta le lleva a querer vengarse con crueldad de aquellos que son mejores que ella. Solo desde esa consciencia de su absoluta falta de capacidad intelectual e incluso funcional se puede comprender ese desahogo carente de empatía que enlaza con su sadismo y cariño por la sociopatía. Es desde estas coordenadas desde donde se comprende la fotografía de Isabel Díaz Ayuso posando sonriente junto a un tanque en Los Altos del Golán. Dudo que sepa que ese territorio es tierra ocupada desde el año 1967 y declarado ilegal por la resolución 242 de la ONU. A ella le parece buena idea posar sonriendo ante un símbolo de la limpieza étnica y la ocupación colonial porque para ella todo es un juego macabro con el que trepar. La banalidad del mal es también la banalidad de su estulticia.

Si para Ayuso los 7.291 madrileños que dejó morir solos y ahogándose mientras sufrían eran "esas mierdas" cómo le va a parecer algo censurable la muerte de 64.000 civiles por parte de sus amigos sionistas. Nunca dirá que es un genocidio porque le pagan para ser propagandista de los que tienen las manos manchadas de sangre. Si hace falta y se lo ordenan se fotografiará sonriendo sobre los escombros calientes de Ciudad de Gaza.