Entender la magia (o ciencia) del humor no es fácil. Saber por qué nos reímos de los chistes, por qué de algunos sí y de otros no, no parece ser tarea sencilla.

En los últimos años, han sido muchos los intentos por encontrar patrones que desentrañen qué sucede en el cerebro al escuchar un chiste o chascarrillo y qué es lo que activa la risa. Avance: hay diferentes teorías.

Chistes, de toda la vida

Como dato curioso, los chistes son algo que parece intrínseco al ser humano. Hay pruebas de que se hacían chistes en la antigüedad y, lo más curioso, es que su temática y estructura sigue siendo hoy muy parecida a la de antaño.

Existe un libro de chistes romanos, citado en este artículo de The Conversation, que contiene algunos como este: "Un abderita [pueblo de una región ahora dividida entre Grecia, Bulgaria y Turquía, cuyas gentes los romanos consideraban estúpida] vio a un eunuco hablando con una mujer y le preguntó si era su esposa. Cuando le respondió que los eunucos no pueden tener esposas, el abderita le preguntó: "Entonces, ¿es tu hija?".

Ya desde tiempos inmemoriales, nos reíamos de las mismas cosas. El humor suele implicar la constatación de la incongruencia entre un concepto y una situación, la violación de tabúes o expectativas sociales, la resolución de tensiones o la burla y el sentimiento de superioridad (en el caso que acabamos de ver, sobre esos estúpidos aberditas).

Por qué nos hacen gracia los chistes malos

En realidad, no hay chistes buenos o malos. Los chistes a menudo se basan en estereotipos amplios (o directamente ofensivos). El humor se suele utilizar para fomentar la cohesión dentro de un grupo, pero al mismo tiempo sirve para excluir a las personas ajenas a él, que pueden encontrar ese humor desagradable (serán de los que no se reirán del chiste).

El hecho de que el humor tenga que ver con la unión y la cohesión social -ya sea para aliviar el estrés o para intimidar a los demás- está respaldado por la neurociencia.

Todas las personas forman parte de diferentes grupos sociales y eso afecta al enfoque del humor. Porque, además de reflejar valores compartidos, la comedia también refleja nuestras aspiraciones y nuestro sentido de lo que nos gustaría encontrar divertido.

La ciencia se ha ocupado a fondo para saber por qué los chistes nos hacen gracia. Un estudio publicado por el 'Journal of Memory and Language', decía haber encontrado una fórmula matemática capaz de predecir cuán gracioso será un chiste.

Partieron de las enseñanzas del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, que decía que nos reímos al percatarnos de la incongruencia entre un concepto y los objetos reales con los que lo relacionamos. Es decir, lo que nos cuentan o vivimos no concuerda con nuestras expectativas. Tienes más información sobre este hallazgo en este artículo.

Un estudio anterior analizaba la influencia de la estructura de los chistes y concluía que los mejores son aquellos que tienen dos personajes diferentes que interactúan entre ellos hasta cinco veces.