Los pies son una de las partes del cuerpo más olvidadas, y sin embargo, son fundamentales: es en los pies donde se sustenta todo nuestro organismo. Pero es cierto que esto está cambiando, sobre todo en los más pequeños de la casa, ya que es clave tener en cuenta las características que tenga un zapato o una zapatilla en un niño para no "entorpecer" el desarrollo natural de su pie.
Neus Moya, podóloga infantil, lleva años hablando de esto en sus redes sociales, sobre todo en Instagram, donde ha creado una gran comunidad, entre las que se encuentra incluso la presentadora Cristina Pedroche, que cada vez tiene más en cuenta la salud del pie de los pequeños y la importancia de un buen calzado. Y no se queda ahí. Su ánimo por la divulgación de una correcta salud del pie le ha impulsado a publicar dos libros, 'Pasito a pasito' (Zenith) y 'Zapatos nuevos' (Timunmas), este último un cuento infantil sobre una niña que quiere comprar unos zapatos nuevos para sus "libres" pies.
"Hasta hace poco el calzado se consideraba como un complemento más del vestuario infantil, las familias no sabían qué podía ser de beneficioso o de perjudicial un zapato, es por ello que empecé a hablar de calzado infantil: porque tiene más importancia de la que podemos llegar a pensar en el pie de un niño o niña", asegura la podóloga infantil en una entrevista a laSexta.com.
"El pie de un niño es inmaduro. Y esto quiere decir que es muy flexible, es laxo, cae casi siempre hacia dentro y es muy 'gordito'. Por lo que, para que este pie madure, necesita espacio y, sobre todo, movimiento. Porque, además, el pie de un bebé está compuesto en su gran parte por cartílago y se va modificando a lo largo de toda la infancia. Poco a poco, el pie 'deja de estar hacia dentro' y va enderezando", explica.
Por eso mismo, cuando con un zapato influimos en su pie, ya sea en su movimiento o recepción de los estímulos, estamos incidiendo sobre su maduración, por lo que es clave cumplir unas directrices mínimas de calzado saludable en un niño, sobre todo en los niños y niñas más pequeños. Y siempre que hablemos además de niños/as sanos, de un pie sin problemas, de lo contrario, esto cambia y habría que acudir a un especialista para que nos diesen las pautas y el tratamiento adecuado.
Cómo debe de ser el calzado hasta que el niño comience a caminar
Una de las claves más importantes es que los niños y niñas no deben usar ningún tipo de calzado hasta que no comienzan a andar. Y podemos decir que comienzan a andar "cuando son capaces de dar 10 pasos seguidos sin caerse", detalla Moya.
Y esto es así -detalla la experta- "porque el calzado es un elemento de protección frente a agentes externos. Por lo que, si el pie no requiere esa protección, porque no se pone en el suelo, el niño no debe usar calzado: sólo debe usar calzado cuando empiece a caminar". Además, hay que tener en cuenta que "los niños hasta los 9-10 meses de edad tienen el doble de sensibilidad exteroceptiva en los pies que en las manos".
Los pequeños/as hasta los 9-10 meses de edad tienen el doble de sensibilidad exteroceptiva en los pies que en las manos
De este modo, "cuando cubrimos con un pie con un zapato que no necesita le estamos tapando su realidad con el entorno", sostiene. Además, y como hemos comentado, el pie del niño nace inmaduro, es todo cartílago, por lo que el zapato de algún modo le comprime de alguna forma el pie".
Por otro lado, durante esos primeros 6 meses desde que el niño o niña ha comenzado a caminar, "el calzado ha de ser ser la mínima expresión, porque aún no ha entrado en la fase adquisición de la marcha. Por ello, el calzado se limita a calcetines con suela de silicona o un poco más de consistencia de calcetines si la situación la requiere. Moya remarca en todo momento que estas recomendaciones funcionan en todo momento para el pie sano, ya que si hay alguna patología habrá que seguir la recomendación del especialista.
Las claves de un buen calzado tras 6 meses caminando
Cuando un niño/a lleva ya seis meses caminando, ya deben usar un calzado: "Debe ser un zapato tal como si el niño caminara descalzo, que no modifique su marcha. Ni para mal ni para bien, es decir, no existen zapatos que les haga caminar más rápido, pronto y mejor. El niño debe caminar según su momento evolutivo, no por un zapato", explica Moya. Es importante atender además a las siguientes características en cuanto a la suela, al contrafuerte, al sistema de sujeción y al puente.
1. La suela del zapato: fina, dura, flexible, torsionable y de puntera ancha
La suela del zapato debe ser fina, de unos tres milímetros. "La premisa es que debe permitir el movimiento natural del pie del niño y debe tener la capacidad suficiente para que el pie del niño encaje y eso implica que sea una suela muy fina. Y esto es así porque la adquisición de la marcha, que va madurando hasta los cuatro años, depende mucho de la maduración del sistema nervioso central, por ello es importante que sientan los estímulos del suelo", indica.
A los cuatro años, aproximadamente, los niños ya han adquirido bien la marcha, es decir, la marcha ya es madura. "Y en esta maduración influye el crecimiento longitudinal de la extremidades del cuerpo y no el sistema nervioso central, por lo tanto ya sí se puede aumentar el grosor de la suela hasta los ocho milímetros, o incluso un centímetro no pasa nada, siempre y cuando se cumplan todos los demás criterios", expone.
Por otro lado, también la suela debe ser dura, esto es, debe ser lo contrario a una nube (no debe ser esponjosa) porque el pie del niño madura con el choque del talón con el suelo; y también debe ser la suela muy flexible por la zona del metatarsiano para que pueda despegar en la marcha (a los 2 años se empieza a ver el primer despegue durante la marcha) y torsionable, para que el pie tenga movimientos laterales y pueda madurar. Y por último, debe tener también una puntera ancha que permita el libre movimiento de los dedos, que es algo esencial en la marcha.
2. Contrafuerte (la parte trasera del zapato, la que cubre el talón)
Es importante que el calzado no tenga contrafuerte porque el pie del niño es inmaduro y muchas veces cae hacia dentro por cuestiones fisiológicas (estamos hablando de niños sanos, que no tienen problema), por tanto no lo necesita porque el pie va a ir enderezándose por sí solo. Es lo mismo que a un niño de seis meses, al que no le ponemos un corsé en la espalda por el hecho de que no se aguante sentado por sí solo. No debemos poner nada que ferulice por detrás.
3. Sistema de sujeción del calzado
El sistema de sujeción debe ser regulable y también contener una plantilla extraíble, porque así se va a airear mejor el pie y también para ver si le va bien o no la talla del calzado que elijamos.
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4. Mejor que no lleve puente
Y por último, es importante que no haya en el zapato ningún elemento anatómico. Es decir, que no tenga puente, ya "hay estudios y evidencia científica que se demuestran que el puente no interfiere, no ayuda en la maduración del pie", concluye Moya.