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EL AIRE CALIENTE LO HA REDUCIDO

La NASA desvela por qué el agujero de la capa de ozono es ahora tan pequeño como hace 30 años

Las inusuales altas temperaturas de la estratosfera han impedido que se produzcan las reacciones químicas que deterioran el escudo que protege a la Tierra de radiaciones peligrosas.

Un vórtice de corrientes cálidas sobre la Antártica ha disminuido la formación de nubes polares estratosféricas

Un vórtice de corrientes cálidas sobre la Antártica ha disminuido la formación de nubes polares estratosféricas NASA/NASA Ozone Watch/Katy Mersmann

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El máximo tamaño del agujero de la capa de ozono alcanzado este año ha sido de unos 19,7 millones de kilómetros cuadrados, el equivalente a dos veces y media la superficie de Estados Unidos. El dato corresponde al mes de septiembre y, aunque pueda sonar peligroso, lo cierto es que la abertura es 4,4 millones de kilómetros más pequeña que en las mismas fechas del 2016.

Según ha informado recientemente la NASA, la talla del enorme orificio situado sobre la Antártica ha disminuido desde el año pasado hasta alcanzar un mínimo registrado por última vez 1988. La reducción se debe, en gran medida, al aumento inusual de la temperatura en la estratosfera: el aire caliente evita la formación de nubes polares estratosféricas que favorecen las reacciones de químicos como el color y el bromo que provocan deterioro del escudo gaseoso.

Asimismo, los científicos señalan como otra causa los esfuerzos llevados a cabo desde los años ochenta para prohibir la emisión a la atmósfera de sustancias que dañen la capa de ozono.

 

Las buenas noticias llegan poco después de cumplirse el trigésimo aniversario del descubrimiento del agujero, un hallazgo que impulsó la firma del Protocolo de Montreal en 1987, un tratado internacional para desterrar el uso de químicos como los clorofluorocarbonos (CFC) que destruyen la lámina que protege al planeta de la radiación.

Sin embargo, la importante reducción del tamaño del orificio no puede interpretarse como una victoria absoluta. La pérdida y formación de ozono dependen de las condiciones climáticas y, por tanto, pueden variar mucho de año en año, como ocurre con otros fenómenos como los huracanes.

Además, un estudio publicado en ‘Nature Communications’ hace solo unos meses advertía sobre el potencial peligro de un químico industrial conocido como diclorometano, cuya concentración en la atmósfera se ha duplicado en los últimos diez años. Si la cantidad de este compuesto que destruye la capa de ozono sigue aumentando, la recuperación definitiva del orificio podría retrasarse varias décadas.

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