En Colniza, Brasil se celebró el funeral de nueve personas. Su único delito fue vivir en el Amazonas. Fueron brutalmente asesinadas.

"Le cortaron su mano, le cortaron a la mitad, le arrancaron su lengua y luego lo tiraron a las llamas", asegura el activista Elizeu Alves.

Es la 'masacre de Colniza'. Ahora Greenpeace vincula directamente en una investigación esas muertes con la tala ilegal de la selva amazónica. Detrás del crimen, un empresario maderero.

"Contrató a un escuadrón de la muerte que recorrió 10 kilómetros asesinando a todas las personas que encontraba justo en la zona adyacente a donde tenía la concesión maderera", María José Caballero, portavoz de Greenpeace.

Ya el fiscal del Estado acusó a Valdelir Joao de Souza, dueño de varias empresas madereras, de ordenar la matanza. Souza es ahora un fugitivo y se encuentra en busca y captura.

"Mi padre, mi abuelo... todos mis abuelos trabajaron con el caucho. Ahora no me siento seguro para hacer eso", señala Ederson Dias, RESEX Angelim.

Para ellos el bosque no es solo un puñado de árboles. Es su medio de vida. Y viven con miedo. "No puedo entrar abiertamente en el bosque porque nos sentimos expuestos y amenazados", asegura Antonio Fernandes, RESEX Castanheira.

La 'masacre de Colniza' no es un caso aislado. Según Greenpeace, en los últimos 30 años han muerto 1.700 personas por la tala de árboles en el Amazonas, y solo 30 personas han sido condenadas. Consideran que esta madera está manchada de sangre.