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España

Júzcar, un pueblo azul

El municipio malagueño es conocido como el pueblo pitufo

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En la provincia de Málaga, en plena Serranía de Ronda, un lugar donde las típicas fachadas andaluzas de cal blanca destacan en el paisaje, se encuentra una singular localidad que llama la atención desde la distancia. Es Júzcar, un pueblecito cuyas casas y edificios se han teñido de un color azul que destaca sobre la naturaleza que lo rodea y llama la atención a todos sus visitantes. Está situado en el Valle del Genal, a unos 25 kilómetros de Ronda, junto a Cartajima, Pujerra, Estepona y otros municipios como Jubrique, Faraján y Alpandeire. No son muchos los habitantes que viven en Júzcar, pero no por ello es menor su encanto. En este pueblo se respira tranquilidad, se puede disfrutar de la naturaleza y también de la gastronomía típica de la zona. La distribuidora Sony Pictures, junto con la agencia de publicidad Bungalow25 decidieron realizar en Júzcar el estreno mundial de la película Los Pitufos 3D. Y, para ello, se les ocurrió la original idea de colorear sus pintorescas casas, la iglesia e incluso el ayuntamiento de color azul. La sorpresa es grande ya que no se trata de un azul cualquiera sino del mismísimo azul pitufo. Pero, más allá de este detalle que ha vuelto a hacer sonar fuerte el nombre del pueblo, Júzcar es, desde hace siglos, pionero en muchas otras cosas. Es un pueblo de calles sinuosas, en cuesta y con chimeneas características, envuelto en un verde intenso del bosque casi inexplorado que le rodea. Su ubicación le convierte en un punto perfecto para explorar esta parte de Andalucía, muy próxima a la costa. Es necesario acercarse hasta él para conocer su historia. Fue Júzcar el lugar elegido para abrir la primera fábrica de hojalata de toda España, en parte por la riqueza de madera de la zona. Corría el año 1731 y, bajo el reinado de los Reyes Católicos, se inauguró la Real Fábrica de Hojalata de San Miguel junto al río, que dio trabajo a más de 200 obreros. Lo curioso es que, para su correcto funcionamiento, vinieron algunos técnicos de Alemania e ingenieros suizos para así enseñar la técnica a los trabajadores. Hoy en día solo quedan las ruinas de la fábrica, pero fue durante mucho tiempo el motor de la localidad. También merece la pena subir a la Sima del Diablo y visitar la iglesia de Santa Catalina, que data del siglo XVI y que, a pesar de haber sufrido reformas a lo largo de su historia, mantiene parte de su señas de identidad. ¿Aún no conoces el primer pueblo pitufo?

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