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Naturaleza virgen

Tres playas de ensueño en el Pacífico más exuberante de Costa Rica

El Parque Nacional Manuel Antonio, una auténtica ‘isla biológica y medioambiental’, es una de las áreas más hermosas del país centroamericano. Visitamos sus tres enclaves más impresionantes, de aguas turquesas y fina arena dorada.

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Siendo uno de los paraísos de la Naturaleza salvaje centroamericana, decidir qué rincón de toda Costa Rica es el más impresionante o el de mayor belleza resulta, cuanto menos, una complicada osadía. Sin embargo, no sería precipitado afirmar que en esa lista debería tener un puesto preferente el Parque Nacional Manuel Antonio. Situado en la costa del Pacífico, prácticamente en el centro del litoral costarricense, su relativa proximidad con San José, la capital, le permite ser uno de los lugares más visitados por quienes buscan disfrutar de la vegetación tropical en estado puro.

Con más de cuatro décadas de protección oficial gracias a su declaración como Parque Nacional, esta 'isla biológica y medioambiental' destaca en una zona donde la agricultura y la ganadería se han ocupado de ir adaptando los terrenos circundantes para usos intensivos. Así, el paisaje desde Quepos, la ciudad más próxima a la entrada del parque, se transforma de uno modificado por el hombre a, de repente, una exhuberancia verde maravillosa, que se extiende por 1.625 hectáreas de tierra y otras 55.000 en el mar.

El atractivo más importante de Manuel Antonio son sus playas, siendo tres de ellas las reinas del Pacífico de Costa Rica. Lo que las hace tan fascinantes es que se encuentran en un bosque tropical muy húmedo donde el baño se realiza a no demasiada distancia de la mirada curiosa de especies en peligro de extinción como el mapache, el pizote, la guatuza, el perezoso de dos dedos... y monos, muchos monos, que no dudan en colgarse de los árboles junto a la playa y jugar con los turistas incluso. Son el mono carablanca, los titís...

También la vegetación es endémica, con diferentes bosques y manglares, vegetación costera, una laguna de 14 hectáreas y un detalle geomorfológico interesante: un tómbolo de arena que une la antigua isla de Punta Catedral con el continente tras una gran acumulación de sedimentos.

Como no podía ser menos, las tres playas más importantes del parque destacan por su arena blanca y sus aguas turquesas. Las tres, con una franja arenosa ligeramente estrecha, pues el bosque lo inunda todo a los pocos pasos. Accesibles desde la entrada del parque (la entrada tiene un precio de 16 dólares, y hay servicios guiados, para los que quieran, además, saber los secretos del mismo), la primera de ellas se llama Espadilla Sur. Es la que presenta un mayor oleaje, pero no por ello se convierte en peligrosa. Con 800 metros de largo, ocupa una pequeña bahía.

Diez veces más pequeña es la segunda de las playas, la hermosa Puerto Escondido, que destaca especialmente por su tranquilidad. En cambio, la tercera, la playa Manuel Antonio, sí que está más animada, ya que, además de ser la principal del Parque Nacional, es la que está pensada para que disfruten las familias, al ser la más segura para los bañistas por su oleaje moderado y que permite hacer snorkel incluso. Las zonas rocosas de sus extremos son perfectas para ver numerosas especies de fauna marina a un paso.

Manuel Antonio cuenta con todos los servicios sanitarios, así como una completa carta de actividades. Además de los tours guiados por el bosque, hay que añadir el poder montar en balsa en los rápidos de los ríos Naranjo y Savegre, paseos a caballo por el bosque o acercarse a las cataratas del Cerro Nara; además de programas especiales de pesca deportiva, avistamientos de aves y paseos en veleros.

Un ramillete de posibilidades en uno de los rincones más hermosos del Pacífico centroamericano, del que nunca querremos marcharnos.

Más información:
Turismo de Costa Rica

 

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