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América Norte

El tiempo se detiene en el Strawberry Hill Hotel

Un resort de lujo que cuya tranquilidad ha conquistado a músicos como Bob Marley

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Su peculiar nombre, Strawberry Hill Hotel, nada tiene que ver con la famosa canción de Lennon, aunque bien podría haberse escrito en él. “Let me take you down, because I'm going to strawberry fields… nothing is real, and nothing to get hung about, strawberry fields forever”. Los privilegiados pueden llegar al hotel en helicóptero mientras disfrutan de las increíbles vistas del paisaje que rodea al complejo. Aunque aquellos que se desplacen por carretera también sentirán que se encuentran en un lugar especial tras dejar atrás la costa y adentrarse kilómetro a kilómetro por las llamadas montañas azules. La carretera que se dirige al Strawberry Hill Hotel es irregular y a cada curva sorprende con un paisaje diferente. El aire es fresco, el ambiente distendido y la vegetación tropical. Y, al llegar al hotel es inevitable tener la sensación de encontrarse en un lugar de esos que algunos apuntan en un cuaderno de notas como “rincones a los que viajar una vez en la vida”. Y así es. La historia de este alojamiento tan singular, igual de bonito por fuera que por dentro, comienza en el siglo XVIII. En esa época, en 1780, al británico Horace Walpole –que era hijo del primer ministro Robert Walpole y primo del almirante Lord Nelson- le fue concedida una propiedad en Jamaica. Él se alegró porque la localización y altura del terreno permitían cultivar en él fresas y, al igual que el castillo de Londres, lo bautizó como Straberry Hill. Pero su sugerente y evocador nombre va mucho más allá. La construcción pasó por muchas manos después, pero todos sus dueños valoraron siempre el lujo que suponía tomar un té admirando el paisaje. Hasta que, en 1972, Chris Blackwell, del sello Island Records, compró Strawberry Hill. Y entonces llegó la música. Bob Marley descansó y se relajó en la propiedad y por sus paredes han pasado artistas, pensadores y personajes conocidos. El Strawberry Hill Hotel es un remanso de paz, un refugio en el que nada ni nadie molesta. Sus puertas como hotel abrieron hace un par de décadas y a lo largo de todos estos años ha sufrido varias reformas sin perder ni un ápice de autenticidad. En su restaurante, sabores caribeños, en su piscina, unas vistas hasta el infinito y la ciudad de Kingston. Los clientes se pueden alojar en cualquiera de sus 11 villas, todas ellas con porche y situadas frente a los jardines y montañas de los alrededores. Las 11 tienen una decoración basada en la madera, muy cálida y atractiva, fresca y elegante. También el hotel tiene un centro de bienestar, The Living Spa, en el que se pueden contratar tratamientos y también recibir clases de yoga, hidroterapia y terapias anti estrés. Además, aquellos que quieran acercarse a la playa tendrán que recorrer un poco más de 30 kilómetros en coche. Pero lo cierto es que en vez de Strawberry Hill podría conocerse como paraíso.

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