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A 20 km. de Jerusalén

San Jorge, el monasterio en la roca del Wadi Qelt

Levantado en el siglo IV d.C. en lo que entonces era una pequeña cueva, es la construcción más singular del cañón que une las ciudades de Jerusalén y Jericó.

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Pocos topónimos hay que suenen más a sagrado que las ciudades de Jerusalén y Jericó. La primera es el epicentro de algunas de las principales comunidades religiosas más importantes del planeta, mientras que la segunda también aparece perenne en las escrituras sagradas del cristianismo y el judaísmo, siendo el lugar por el que retornaron los judíos de la esclavitud en Egipto.

El camino que une ambas ciudades de Cisjordania discurre por el Wadi Qelt, un cañón rocoso en pleno desierto de Judea que, como Jericó, acaba en las proximidades del mar Muerto y cuya esterilidad ya era un hecho en los albores de la cristiandad. Fue allí donde se encontraba una pequeña cueva en torno a la cual levantó un discreto monasterio un grupo de monjes en el siglo IV.

Ellos buscaban en la zona evidencias que les permitieran conocer los lugares sagrados de las Escrituras y en esa cueva en medio del desfiladero creyeron haber hallado el lugar en el que el profeta Elías fue alimentado por los cuervos (un pasaje del Libro de Reyes del Antiguo Testamento). Un siglo después, la fama del lugar hizo que se levantara un monasterio menos arcaico, teniendo su momento álgido con Gorgias de Koziba, monje a cuyo recuerdo se bautizó el lugar.

Sin embargo, el monasterio fue destruido en el año 614 como parte de la invasión persa del valle, que no dudaron en asesinar a los 14 monjes que allí habitaban. Fue el comienzo de un abandono que duró otros cinco siglos... o más bien doce, porque el intento de restaurarlo en el siglo XII se quedó en nada y no fue hasta 1878 cuando un monje griego, Kalinikos, se estableció allí y se encomendó restaurarlo. La tarea la culminó en 1901.

El origen greco-ortodoxo de este monje es lo que explica que el actual monasterio de San Jorge, ampliado desde entonces varias veces, mantenga un estilo arquitectónico típico heleno, con pequeñas cúpulas que coronan torres y edificios y pequeñas ventanas y balcones a lo largo del frontal paralelo a la roca.

Dado que se encuentra a apenas 20 km. de Jerusalén, el monasterio de San Jorge es uno de los puntos turísticos más interesantes que ningún peregrino a la ciudad santa quiere perderse. Forma parte de las rutas religiosas del turismo israelí y, además, es de los que permite sin problema la visita de peregrinos y mujeres. Esto se debe a que una noble bizantina afirmó que fue la mismísima virgen María la que dirigió hasta allí sus pasos para que se curara de una enfermedad terminal.

Un puente peatonal sobre el Wadi Qelt es la forma de acceso a los dominios del monasterio, que no dista mucho de la moderna carretera que une ambas ciudades (hace mucho que se dejó de usar el desfiladero). En su antigua capilla se pueden ver aún los restos de los 14 monjes cruelmente masacrados por los persas, así como antiguas obras del arte ortodoxo.

El Monasterio de San Jorge de Coziba se encuentra en territorio palestino y no es el único de estas características cercano a Jericó. Visitarlo es poder mirar más de 15 siglos de historia de un plumazo y, quién sabe, mucho más si se quieren rememorar pasajes bíblicos.


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