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América Norte

San Francisco, el tesoro de California

Cuestas, casas victorianas, muelles y estampas inolvidables

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“I left my heart in San Francisco” cantaba Tony Bennett en 1962, mientras que unos años después, en 1967, Scott McKenzie entonaba “If you’re going to San Francisco, be sure to wear some flowers in your hair”, canción que se convertiría en un himno para el movimiento Hippie en el llamado Verano del Amor. Y es que, a pesar del frío aire que entra en la bahía, San Francisco es cálida como una ciudad europea, afable como el carácter mediterráneo y única como pocas. La fiebre del oro hizo que la ciudad se llenara de habitantes en 1848 y, a pesar del gran terremoto que sufrió en 1906, este tesoro del Pacífico se reconstruyó rápidamente. Los españoles que se establecieron allí otorgaron al lugar este nombre en honor a San Francisco de Asís. San Francisco está repleta de infinidad de cuestas, bordeada por muelles y atravesada por tres líneas del famoso Cable Car, un antiguo tranvía que sube las escarpadas pendientes y ha sido declarado Patrimonio Histórico Nacional. En 1937 se construyó en la bahía uno de los puentes más famosos del mundo, el Golden Gate, por la ciudad han pasado la generación beat de escritores y se han rodado multitud de películas. San Francisco es una ciudad creativa, acogedora, tolerante y, sobre todo, muy fotogénica. Cada barrio mantiene intacta su historia, desde el lujoso Nob Hill, hasta Chinatown, sin olvidarnos de sus muelles, la misteriosa isla de Alcatraz, Lombard Street y sus curvas imposibles, la esencia hippie de Haight-Ashbury o Misión Dolores, el edificio más antiguo de la ciudad. El único problema de viajar a San Francisco es que corres el peligro de enamorarte de la ciudad y quedarte en ella.

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