Europa
Saint-Tropez, donde el lujo y la exclusividad veranean
Una de las joyas de la Riviera francesa, donde la dolce vita es una realidad
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¿Qué tiene Saint-Tropez para atraer cada año a sus costas, calles y
puerto a miles de turistas en busca de grandes dosis de exclusividad? La combinación de ingredientes es aún secreta, por ese motivo, es uno de los destinos más codiciados a pesar de que transcurran los años y décadas. Y es que Saint-Tropez siempre será Saint-Tropez, el lugar en el que el lujo y la exclusividad veranean cada año.
Este pequeño pueblecito costero situado en la Riviera Francesa es un icono durante los meses de julio y agosto y el lugar perfecto para obtener unas fotografías únicas. Las vacaciones en esta localidad van por lo general acompañadas de un bronceado envidiable, un deleite gastronómico digno de recordar y una tranquilidad que solo se ve interrumpida por el ritmo nocturno del que hace alarde la zona del puerto.
Desde que Brigitte Bardot saliera de una de sus playas de aguas cristalinas y arena dorada en Y Dios creó a la mujer, película estrenada en el año 1956, Saint Tropez se identificó con poco menos que el mismísimo paraíso. Y es que se ha ganado a pulso con el paso de los años ese privilegio, eso no hay quien lo dude.
Desde mediados del siglo XX, la localidad ha atraído a escritores, directores de cine, actores, modelos, diseñadores y pintores. Todos los artes han encontrado la inspiración en Saint Tropez y es que, con el paisaje tan sugerente que rodea la zona es difícil no encontrarla. Antes de convertirse en el destino predilecto de la jet set, era un pueblo de pescadores en el que la mayoría de los habitantes vivían de este sector.
El adjetivo que más define es chic y toda la Costa Azul se rinde a él, compartiendo protagonismo con otras ciudades como Niza o Cannes. Por aquí han pasado desde Scott Fitzgerald hasta Buñuel o Matisse. En el barrio de La Ponche se pueden degustar los mejores pescados de la localidad, mientras que en la plaza del mercado aux Herbes hay decenas de puestos de flores, frutas y verduras para que sus visitantes se deleiten no solo con el gusto sino también con el resto de sentidos.
En la plaza des Lices hay quienes juegan a la petanca y otros que disfrutan de un café en una de sus terrazas. Mientras que en el puerto, todos los barcos y yates atracados son increíbles y merece la pena pasear para contemplarlos mientras se disfruta de la suave brisa del Mediterráneo. Las discotecas abren hasta el amanecer y la buena música inunda Saint Tropez una vez puesto el sol, porque si hay algo que se puede hacer en la Riviera francesa, es divertirse.
En cuanto a playas, hay tres en el pueblo, todas con arena fina y un agua prácticamente transparente. También merece la pena dedicar un rato a visitar la iglesia, de un característico color amarillo. La dolce vita más cosmopolita tiene su sede en Saint Tropez y aquellos que pueden disfrutar de ella deben sentirse auténticos privilegiados. Unos días en la localidad pueden ayudar a recargar las pilas para el resto del año.
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