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Declarada Reserva de la Biosfera

Bucear entre leones marinos en la Isla del Espíritu Santo

Situadas en el Golfo de California, esta pequeña isla deshabitada y su vecina, La Partida, son el refugio de la fauna más salvaje del Pacífico mexicano.

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La Paz es la capital de Baja California Sur, uno de los dos estados en los que se divide la península de Baja California en México. Cuando llegaron los conquistadores españoles en 1535, encontraron en estas tierras al pueblo de los guaycuras, quienes habían tenido que aprender a convivir con un clima y una orografía desérticos que les hacía depender prácticamente del mar.

Hoy La Paz sigue rodeada de desierto, pero son sus magníficas playas las que atraen a los turistas, así como sus pequeñas arboledas de palmas de cocos y dátiles, un malecón de cinco kilómetros, un muelle donde ver la puesta de sol... De este último es de donde salen las excursiones ecoturísticas a una de las islas más apasionantes del planeta y que seguro hubiera servido a Darwin en su investigación sobre la evolución de las especies.

Se trata de la Isla Espíritu Santo, situada a no demasiada distancia de la costa, en pleno Golfo de California, y que junto a la de La Partida, justo al lado pero más pequeña (unos 80 kilómetros cuadrados de la primera por apenas 15,5 de la segunda), han sido declaradas Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco. Esto les facilitó su protección como área protegida, mucho más tras ser adquiridas por el Gobierno mexicano para evitar que cambie su actual estatus de isla deshabitada y virgen.

Allí no vive nadie, a pesar de que hay evidencias de que ya fue colonizada por humanos hace 40.000 años. Ahora, sus ‘propietarios’ son los delfines, las tortugas, las rayas marinas y, sobre todo, los leones marinos, que han creado aquí una importante colonia, que se calcula que supera ya los 300 miembros. En pequeñas barcazas, los turistas se acercan desde La Paz para caminar sobre las playas y las rocas ralas de Isla Espíritu Santo, pero sobre todo para bucear con los leones, una experiencia única.

De hecho, no hay actividad marina que no se pueda realizar allí con toda tranquilidad. Además de bucear, el esnorquel, el kayak o la pesca son bienvenidos. Y si se quiere gozar de tierra firme, nada como hacer un poco de senderismo por el litoral de la isla (una buena idea sería tratar de ver al conejo negro y a la higuera silvestre, endémicos del lugar y únicos en el planeta), o incluso montañismo, pues la isla supera los 2.000 metros de altura en alguna de sus montañas. Y sí, todo eso en apenas 80 km2.

Llamada ‘la joya del Mar de Cortés’, tomar el sol en sus playas es algo único, pues no siempre se puede hacer con ballenas nadando a pocos metros, buscando refugio en alguna de las doce bahías de la isla. Y lo mismo ocurre en sus aguas, que gozan incluso de los pocos corales que hay aún en el Pacífico Norte. Seguro que entendemos porque el prestigioso oceanógrafo francés Jacques Cousteau las bautizó, junto al resto de islas de la región, “el acuario del mundo”.

De vuelta a La Paz, nada como culminar un intenso día de mar con una cena a base de pescado. Los restaurantes locales de la ciudad se han especializado en ellos, por lo que será fácil degustar ricos platos en los que mariscos y pescado frescos son la estrella. El atún, el marlín azul, los ostiones de roca, las almejas, el abulón y la langosta son algunas de las especialidades, muchas veces sazonadas con damiana, una hierba silvestre de la que se cree que tiene propiedades afrodisíacas y de la que se hace incluso un licor (en botellas con la forma de una diosa inca).

Sin duda, visitar La Paz y embarcarse hasta Espíritu Santo es el mejor modo de entrar en contacto con la naturaleza más recóndita y desconocida de México.

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