Europa
Abadia de Saint Savin. La capilla Sixtina del Románico
El mayor conjunto de pintura mural de Europa
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La historia de su vida ha sido bastante agitada, llena de altibajos. Parece que todo se remonta a un milagro. En la época de Carlomargo, el Abad de Marmoutier, tras la aparición de los cuerpos de los mártires Savin y Cipriano, ordenará levantar una iglesia para guardar sus santos restos. Será la casualidad o no, quizá sea otra parte del milagro, pero justo al lado Carlomagno construirá un castillo, muy útil ya que gracias a él se librará del pillaje de las incursiones vikingas. Aunque su construcción se realizó principalmente en el siglo XI, gracias a donaciones generosas, fue ampliándose entre los siglos XII y XIV. Pero el devenir histórico no dio tregua a este edificio monástico. Sirvió de protección a las tropas inglesas en la Guerra de los Cien Años, también dio cobijo a las francesas, fue saqueada por la huestes del Príncipe Negro, y cuando llegó la Reforma Protestante quemados sus archivos y casi destruida. Afortunadamente en el siglo XVII se estableció una orden monástica que la reparó y cuido de ella hasta que durante la Revolución Francesa fueron expulsados y sus bienes vendidos. La dejadez se apoderó de nuevo. Pero su destino no era quedar en el olvido y, como no podía ser de otra manera, renació de sus cenizas. A mediados del XIX los arqueólogos destacaron la importancia de sus murales, que fueron reconstruidos y permitió a la UNESCO añadir esta abadía a su lista de Patrimonio de la Humanidad. Situada cerca de Poitiers, los edificios de este conjunto monacal incluyen la iglesia románica, el edificio monástico, las celdas de los monjes y los jardines. Pero destaca especialmente por su conjunto pictórico de una gran belleza y bastante bien conservado. Murales ilustrados con historias bíblicas del Apocalipsis, el Génesis y Éxodo, la Pasión de Cristo… Y en su cripta, que precisamente es la original en la que descansan las reliquias de San Savin y San Cipriano, sus vidas y martirios ilustran sus frecos. Visitarla nos sirve de pretexto para recorrer el “El valle de los Frescos” a lo largo de la ribera del río Gartempe entre Saint Savin y Saulge. Un recorrido por un paraje natural de gran belleza que nos permite apreciar el talento de los artistas de los siglos XI al XVI que se pusieron a las órdenes de los monjes y señores para dejar su impronta en los muros de castillos, iglesias y capillas.
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