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Más viajes imposibles: 3 ciudades que solo existen en la literatura (y no hablamos de fantasía ni ciencia ficción)

No es necesario escribir ficción o fantasía para inventarse una ciudad, que le pregunten a García Márquez, a George Eliot o a William Faulkner…

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Viajes literariosPixabay

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Es verdad que la literatura está llena de lugares imaginarios con los que hemos soñado en más de una ocasión ¿quién no querría visitar Oz o el País de Nunca Jamás? ¿La Tierra Media tal vez? ¿O el mundo de Alicia en el País de las Maravillas? Pero no es de esos lugares imaginarios de los que queremos hablar hoy sino de tres ciudades que no existen pero que podrían existir, las inventaron tres magníficos escritores para no enredar ni enredarse con lugares más cercanos y conocidos para ellos, para escribir con la libertad que da la ficción incluso cuando se escribe una novela de corte costumbrista.

¿De qué lugares hablamos? Del Macondo de García Márquez, el Middlemarch de George Eliot y la casi innombrable Yoknapatawpha de Faulkner

Ciudades que solo existen en los libros
Ciudades que solo existen en los libros | Pixabay

Yoknapatawpha County

Este condado es el lugar en el que transcurre gran parte de la obra de Faulkner, Premio Nobel de Literatura y dos veces Premio Pulitzer, y si bien es un lugar ficticio, sabemos que en realidad se inspira en el condado de Lafayette, un lugar que Faulkner conocía bien porque era su lugar en el mundo, quizá por eso decidió ‘disfrazarlo’ en su obra. Eso sí, que sea un lugar ficticio no significa que no tenga mapa… lo tiene, puedes encontrarlo en la novela de Faulkner ‘Absalón Absalón’ eso sí, ten en cuenta lo que reza su inscripción: William Faulkner, único dueño y propietario.

Macondo

García Márquez era un admirador confeso de Faulkner, un admirador del talento narrativo del americano de sus métodos y recursos innovadores; cuentan que la idea de ambientar Cien Años de Soledad en una lugar inexistente, la ciudad imaginaria de Macondo, fue su particular homenaje al escritor americano.

Middlemarch

George Eliot, que no era hombre ni George sino mujer y de nombre Mary Anne Evans, no solo se inventó un nombre masculino tras el que escoger su feminidad para evitar que sus novelas fueran tratadas con la condescendencia que solía tratarse a las escritoras, también se inventó una ciudad de provincias, Middlemarch, y en ella ambientó una novela que, a pesar de esta invención, es un perfecto tratado de la vida en las ciudades de provincias en tiempos de Jorge III.

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