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NUNCA LLUEVE A GUSTO DE TODOS

A nadie le gusta cómo sale en las fotos (y tiene una explicación)

Por muchas fotografías que te saques, nunca estás a gusto con ninguna: en todas te parece que sales fatal. La imagen de ti mismo que ves en las instantáneas no cumple tus expectativas. No te agobies: le pasa a todo el mundo y tiene una razón psicológica.

A nadie le gusta cómo sale en las fotos

A nadie le gusta cómo sale en las fotos David Goehring en Flickr CC

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¿Eres de los que dedican horas y horas a ocultar fotos de tu biografía de Facebook? En una son los ojos, en otra la boca, la última directamente no había quien la mirara sin morirse de risa… Incluso en las que intentas poner cara de interesante, la jugada suele salirte mal y la mueca de intelectual se convierte en una inesperada expresión de lo más estúpida.

Mientras tú te lamentas, parece que algunos de tus amigos siempre salen bien en las capturas. Pertenecen al privilegiado grupo de los fotogénicos. Vamos a darte un apunte que quizá te consuele: aunque tú creas que la cámara adora sus facciones, seguramente ellos no opinen lo mismo. De hecho, lo normal es que a nadie le guste cómo luce en las imágenes.

El primer factor que influye en este desagrado natural es la simetría. Imagina que una línea vertical dividiera tu cara en dos mitades. Cuanto más se parezca una parte a la otra, más atractivo resultarás, tanto ante tus propios ojos como para el resto de la humanidad.

El biólogo Randy Thronhill, de la Universidad de Nuevo México, se dedica a estudiar este efecto. Afirma que tenemos esta conducta inconsciente porque la simetría facial y corporal está relacionada con la genética; los defectos son consecuencia de mutaciones y las condiciones ambientales que soportamos incluso desde antes de nacer.

Si una persona ha conseguido evitar las agresiones y mantener sus rasgos más o menos simétricos, creemos instintivamente que tendrá un ADN de calidad y que será fértil. Por eso, como norma general, tendemos a elegir a esos individuos como pareja. Pero, ¿qué pasa con nosotros mismos?


Cuanto más nos miramos al espejo, más guapos nos vemos

Desgraciadamente, nadie puede elegir su cara (aunque la cirugía ya permita hacer algunos arreglos), así que hemos tenido que acostumbrarnos a ella. Y no solo nos hemos habituado, es que además cada vez nos vemos más guapos debido al efecto de ‘mera exposición’, descrito por primera vez en 1968 por el psicólogo Robert Zajonc.

El investigador hizo varios experimentos relacionados con esta hipótesis durante los que mostraba repetidas veces un estímulo a los participantes. Si en el primero (el de los años '60) utilizó palabras, en los siguientes usó caracteres chinos que no tenían ningún significado y fotografías de personas. En todos obtuvo un resultado similar: los individuos desarrollaban una actitud más positiva hacia aquello que veían frecuentemente.

Además, Zajonc ha demostrado que el fenómeno se produce sin necesidad de que haya una percepción consciente del estímulo, una premisa utilizada en la publicidad subliminal.

Nos percatemos de ello o no, la imagen que hemos observado cada mañana en el espejo durante toda nuestra vida se ha convertido en la más familiar para nosotros, y por tanto la vemos con mejores ojos. Y aquí es donde entra en juego la cámara de fotos.

Cuando te fijas en esa imagen que tu amigo acaba de subir a Facebook y ves tu expresión, tu cerebro no la relaciona con esa otra a la que se había acostumbrado. Por eso no le gusta; no le resulta familiar. Además, aprecias en ella todos los fallos de simetría que ya pasaban desapercibidos en la visión especular. Quizá no hayas salido tan mal como pensabas.

Y aún hay más. Esa persona que aparece en la dichosa fotografía y que supuestamente eres tú, no se parece del todo a la imagen que tienes de ti mismo: no cumple tus expectativas. Un estudio ha revelado que nos creemos mucho más guapos y atractivos de lo que en realidad somos.

Muestra de la manipulación de imágenes que hicieron los investigadores

Nicholas Epley y Erin Whitchurch, los autores del trabajo, se dedicaron a alterar las imágenes de las personas que colaboraban en su investigación combinándolas con las de otros individuos más y menos atractivos. Finalmente, disponían de toda una gama de versiones de cada participante.

Cuando les mostraron el catálogo y les pidieron que eligieran la fotografía verdadera (la que no había sufrido ningún cambio), les costaba mucho más encontrarla cuando eran los menos agraciados del conjunto. Sin embargo, eran mucho más rápidos en seleccionar la correcta cuando destacaban entre el resto por su atractivo. Por eso, los investigadores concluyeron que nos vinculamos con nuestra versión más agradable.

Échale un ojo de nuevo a esa fotografía que habías eliminado ¿Realmente sales tan mal? Una manera de confirmarlo puede ser buscar una segunda opinión, aunque quizá tus amigos también estén demasiado acostumbrados a tu cara y te vean más guapo de lo normal. Parece que estamos condenados a la distorsión, así que, por si acaso, sigue con tu estrategia de ir borrando todo lo que no te guste.

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