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UN TRASTORNO PSICOLÓGICO ANTIGUO

Delirio de cristal: cuando crees que tu cuerpo es de vidrio

El síndrome provoca una separación psicológica entre la realidad y la imaginación: enfermos mentales que tienen el convencimiento de que su cuerpo es tan frágil como el vidrio y pueden romperse en cualquier momento en mil pedazos. No confundir con la enfermedad real osteogénesis imperfecta o huesos de cristal.

Cristal roto

Cristal roto Wikipedia

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Un trastorno psicológico muy propio de la baja Edad Media y el Barroco vuelve a la actualidad tras descubrirse un nuevo caso. El psiquiatra holandés Andy Lameijn ha catalogado un paciente con ‘Ilusión de cristal’ en el Hospital Psiquiátrico Endegeest, en Leiden.

El delirio de cristal se popularizó hace varios siglos cuando Carlos VI 'el loco' (o 'bien amado') sufrió el trastorno durante los años de su reinado. Era conocida la esquizofrenia, porfiria y comportamientos histriónicos del monarca francés, que llegó a matar a un miembro de su séquito durante un brote psicótico. El monarca prohibió a todos sus súbditos que le tocaran y se encerraba frecuentemente en su cuarto envuelto en gruesas mantas (incluso en verano) para evitar que cualquier roce rompiera alguna parte de su anatomía.

La documentación de la época rescatada en los '90 habla de pacientes que se ataban cojines en el trasero para sentarse con seguridad en cualquier sitio o de aquellos que hacían todas sus necesidades de pie para evitar tener que sentarse y golpear sus huesos. Otros hablan del delirio de la botella: pacientes que se creen dentro de botellas de cristal y viven obsesionados con no romperse.

La enfermedad mental se transmitió por ‘ósmosis’ e imitación entre la burguesía y clases altas de la sociedad europea. Los enfermos mentales buscaban un motivo para justificar la sensación de fragilidad de su cuerpo en los periodos valle y de debilidad de su psicopatía. Por eso las historias que llegaban de la casa real francesa o del mismísimo Cervantes con su 'Licenciado Vidriera' de las 'Novelas ejemplares' ayudaban a popularizar la sintomatología irreal de estos pacientes.

No es casualidad tampoco que la enfermedad se abriera paso durante la época en la que se extendió el vidrio como material constructivo en grandes vidrieras de catedrales, obras públicas, ventanas de viviendas unifamiliares e incluso gafas para corregir la vista debido al aumento incipiente de la lectura por la popularización de textos impresos.

Esta normalización del material doméstico ayudó a que sus cualidades de fragilidad, transparencia y modernidad pasaran a un primer plano del conocimiento y, con ello, de cualquier trastorno mental ávido de justificar su psicosis y la somatización de síntomas.

Es el efecto del ‘miedo a las nuevas tecnologías’ que vemos hoy en día con el nacimiento de cualquier avance técnico. Así, del ‘delirio de cristal’ del siglo XVII se pasó al ‘delirio de cemento’ del siglo XIX: hubo casos de pacientes psiquiátricos con una rigidez extrema forzada por su cabeza al mismo tiempo que se popularizaba el famoso material constructivo.

Otro caso mediático que ayudó a popularizar el ‘delirio de cristal’ fue el del compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski. La vida de este genio del romanticismo estuvo salpicada por las crisis personales y periodos de depresión debidos a sus neurosis y algún trastorno mental posiblemente no diagnosticado. Según los textos y varias crónicas de la época Chaikovski tenía la costumbre en sus conciertos de agarrarse la cabeza por la barbilla para sujetarla mientras conducía la orquesta, y lo hacía por el miedo a que esta cayese de sus hombros y reventase en el suelo, un síntoma ya identificado en pacientes similares de la época.

El interés por el síndrome del doctor Lameijn nace en el hallazgo de un caso en el historial de su hospital. Una mujer ingresada en la década de los '30 mostraba sintomatología de ‘piernas de cristal’: ningún sanitario podía acercarse a ella para evitar los ataques de pánico y autolesiones. Un largo tratamiento hizo efecto, la paciente se recuperó y el caso se olvidó.

Pero recientemente un caso volvió a recuperar la curiosidad del doctor Lameijn: un paciente con shock postraumático alargado en el tiempo debido a un accidente se presentó en su consulta con sensaciones compatibles con el delirio. El hombre se sentía como hecho de vidrio y transparente a los demás. Una especie de interruptor cerebral le permitía voluntariamente cambiar su sensación de 'estar' con la de 'no estar', de desaparecer con la de reaparecer.

Y es que el trastorno ha mostrado una evolución respecto al siglo XVII. Ahora el vidrio tiene una connotación mayor en su transparencia, no tanto en la fragilidad y los enfermos demuestran una empatía mayor con la capa de invisibilidad que simboliza el material.

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