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¿HAY ALGUNA EXPLICACIÓN?

La ciencia de las supersticiones (y por qué cuesta tanto eliminarlas)

Cuando un jugador de fútbol sale al campo llevando su camiseta de la "buena suerte" bajo la equipación oficial, sabe que es irracional pensar que una prenda le hará ganar. Pero lo hace de todos modos. Igual que Michael Jordan llevaba debajo del uniforme de la NBA los pantalones cortos con los que ganó el primer título. O que Serena Williams bota la pelota 5 veces antes de su primer servicio. O que la mitad de los espectadores que acudía a sus partidos evitaba pasar bajo una escalera al salir del estadio o cruzar su camino con el de un gato negro. ¿Por qué?

Un gato negro

Un gato negroaturkus en flickr cc

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Todos sabemos qué son las supersticiones, incluso puede que tengamos alguna. Y eso a pesar de que sabemos que son absolutamente irracionales. La cuestión es, por qué hacemos caso a esas supercherías.

Según Jane Risen, de la Universidad de Chicago, detectar un pensamiento irracional es un proceso mental totalmente separado de corregir ese error. Por eso una persona inteligente y formada puede ser plenamente consciente de que se comporta de forma absurda, guiada por supersticiones y pensamientos mágicos, y aún así no corregirlo.

Risen lo llama aquiescencia (creer en lo que no creemos), y ocurre cuando nuestro cerebro detecta que hay un error pero persevera en él. A veces, dicen Risen, poniendo la excusa interna de que no perdemos nada por tirar la sal a nuestra espalda, evitar las habitaciones de hotel con el número 13 o tocar madera.

La cuestión es que, cuando se repiten muchas veces, las supersticiones se transforman en hábitos completamente automatizados y difíciles de eliminar. Hace medio siglo, el psicólogo B. F. Skinner demostró que incluso una paloma puede desarrollar una superstición a costa de repetir una y otra vez un ritual que termina con una recompensa. Aunque no haya una relación causa-efecto.

Como las palomas, cuando los humanos repetimos un comportamiento supersticioso una y otra vez, a partir de cierto momento ya no queremos abandonar el ritual que irracionalmente creemos que "nos ha funcionado" para probar algo distinto. Y esos hábitos quedan grabados de forma duradera en circuitos cerebrales de los ganglios basales del cerebro, una compleja estructura neuronal que controla las acciones motoras y los comportamientos compulsivos.

"Las supersticiones son más probables cuando su coste es relativamente bajo en comparación con los beneficios que le atribuíamos", concluía el biólogo canadiense Kevin R. Abbott en un estudio que publicaba la revista 'Animal Behaviour'. Se trata, defiende Abbott, de un mecanismo evolutivo adaptativo como el placebo, que además favorece los lazos sociales.

Y no es descabellado compararlo con el placebo porque la realidad es que creer en las supersticiones funciona. No porque existan la buena o la mala suerte, sino porque tener un amuleto de la buena suerte o cruzar los dedos en momentos importantes hace que nuestro rendimiento y habilidad mejoren.

Así lo probaron Lysann Damish y sus colegas de la Universidad de Colonia, que en un experimento demostraron que cuando llevamos un amuleto obtenemos más puntuación en pruebas de memoria y en la resolución de anagramas, además de mejorar nuestra destreza manual. Y todo porque la idea supersticiosa aumenta la confianza en uno mismo, ni más ni menos.

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