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HACE MILENIOS LA CURIOSIDAD DEL HOMBRE LE HIZO CONSTRUIR GRANDES EDIFICIOS

Arqueoastronomía: edificios, astronomía y mucho tiempo libre

Hace varios milenios, el hombre construyó grandes edificios que le ayudaban a medir el tiempo. A nosotros nos han llegado en forma de ruinas arqueológicas y la Arqueoastronomía se encarga de interpretar su uso.

Stonehenge

Stonehenge Diego Delso

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Cuando vas en coche o dando un paseo por La Mancha es fácil apreciar que las chozas que utiliza la gente que trabaja las tierras para refugiarse del frío, del viento o simplemente para hacer una parada en su labor, están todas ellas orientadas con la puerta hacia el sur ¿Casualidad? Por supuesto que no. Esa es la forma más eficaz de aprovechar la luz solar. Y esto ya viene de muchas generaciones atrás.

El hombre actual ha sentido interés y curiosidad por conocer y comprender los edificios de los primeros pobladores que estaban orientados a entender, aprovechar o venerar los astros del cielo, fundamentalmente la Luna y el Sol. Y esos edificios no eran chozas, sino una especie de templos dedicados a los astros.

Newgrange, en Irlanda

Stonehenge puede que sea el más famoso de estos templos. Se construyó hace unos 4.000 años en la actual Inglaterra y los megalitos que lo formaban estaban dispuestos en forma de circunferencias concéntricas, la más externa de unos 35 metros de diámetro ¿Para qué se usaba? Es la pregunta del millón porque no se sabe a ciencia cierta cuál era su función, pero lo que sí sabemos es que cumple ciertas alineaciones astronómicas acordes a la fecha en la que fue construido.

Se sabe que las estaciones podían predecirse de acuerdo a la salida del Sol determinados días dependiendo de la sombra que proyectasen sus piedras principales, incluso se ha llegado a decir que era un artefacto para predecir eclipses. Además, se sabe que también se celebraban ceremonias mortuorias por los huesos encontrados correspondientes a unos 300 cuerpos.

Newgrange también es otro de estos edificios utilizados para interpretar el tiempo. Es un edificio con forma de caparazón de más de 70 metros de diámetro, donde un pasadizo por el que apenas cabe una persona, se dirige al centro trazando una ligera curva. Unos grandes monolitos estrechan el haz de luz del amanecer del día del solsticio de invierno. Ese estrecho haz llega hasta el fondo del pasadizo, único momento del año en el que se ve iluminado, y sus piedras, ligeramente reflectantes, hacen que toda la cámara central se ilumine.

Ese día se llevaban a cabo rituales funerarios, veneración de dioses y héroes y, por supuesto, establecían el inicio de una nueva estación además de un nuevo año.

No cabe duda que los conocimientos astronómicos de los habitantes de aquellas épocas se limitaban a lo meramente perceptible con la vista, pero les era suficiente como para construir grandes edificios de los que os hemos mostrado dos. Pero hay más: pirámides egipcias, pirámides mayas, templos griegos y romanos, todo aquello que nos falta por descubrir.

¿Por qué sabían estos habitantes tanto del cielo? ¿Ente divino? ¿Extraterrestres? No a las dos preguntas. Simplemente, no tenían ni Facebook, ni Twitter, ni PC, ni televisión… Y no tenían el cielo contaminado lumínicamente. Sencillamente disfrutaban de las noches estrelladas y las intentaban interpretar. Sólo eso.

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