Todo empieza cuando la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, aplica su regla de oro. Recorta  un 10% el dinero que dedicaba a la limpieza y las empresas candidatas, tiran los precios para ganar el contrato. Ferrovial se ofrece a barrer por cerca de un 13% menos. FCC por un 14% menos. OHL casi un 17% y Sacyr, un 23% menos.

El Ayuntamiento se ahorra 373 millones en ocho años. Pero a las empresas ganadoras no les llega el dinero para dar el servicio, así que anuncian despidos. Pueden hacerlo porque la alcaldesa les hace por primera vez un regalo en el contrato de adjudicación: “Cambio en la filosofía de los contratos vigentes hasta la fecha, ya que no se fijan los medios para su realización, sino que se establecen unos estándares de calidad dejando libertad al concesionario para determinar los medios necesarios para conseguir los mismos, y adecuar las prestaciones a la demanda de la Ciudad”.

Lo llama “cambio de filosofía”. Las empresas no están obligadas a mantener un número determinado de trabajadores. Consecuencia: plantean despidos y llega la huelga total.

Con las nuevas condiciones que les ofrecen, pasan de ser trabajadores precarios a rozar, en muchos casos, la pobreza y la noticia llega a la prensa internacional. El alemán ‘Frankfurter Algemainer ‘ llama a la ciudad “Capital de las basuras” y asegura que la alcaldesa es la “persona equivocada” para dirigir la ciudad. En el mismo sentido informan y opinan el ‘Wall Street Journal’, la ‘BBC’, ‘Le Monde’ o el ‘Financial Times’, que califica la huelga de “lio apestoso”.

Tras nueve días de huelga, Ana Botella por fin pasa a la acción en una rueda de prensa sorpresa llena de ‘noes’. Ana Botella busca su salvación en Tragsa, una empresa pública que además pretende despedir al 16% de su plantilla.

En el comité de empresa de Tragsa se niegan a hacer de esquiroles y Tragsa recurre a empresas de trabajo temporal para cubrir los servicios mínimos. Busca en una tarde a 110 barrenderos a 85 euros la noche. La policía les escolta mientras limpian. Ana Botella lo supervisa todo en persona y con abrigo de pieles. Al final las empresas ceden.

Los despidos planteados se quedan en cero. Los duros recortes de sueldo se quedan en congelación salarial por tres años y expedientes de regulación de empleo temporales. La unión sin fisuras de barrenderos y jardineros ha triunfado.