De tres minas que había en la zona, dos han cerrado y la que queda también amenaza con desaparecer. Catalina lleva 30 años viviendo en Ariño. Es inmigrante andaluza y la mina siempre ha dado de comer a su familia. Aunque ahora, el pan puede dejar de llegar a la mesa. "Temo por el más joven porque no sé si llegará a retirarse". Habla de su hijo pequeño. Sebastián lleva sólo 12 años trabajando en el carbón. Baja a la mina todos los días sabiendo que cualquier día puede ser el último y no tiene otra salida laboral.

Para intentar suavizar el duro golpe que supone el cierre de las minas, el Gobierno y la Unión Europea inventaron el 'plan Miner'. Subvenciones para reindustrializar la zona. Aquí llegaron 24 millones pero con escaso éxito.

Éste proyecto iba a salvar el empleo de la zona. Se invirtieron 2.185 millones por un lado, más otros 2 y medio por otro. Y otro millón y medio para rematar un polígono industrial.

María, periodista de la comarca, nos enseña la que fue la gran esperanza de este polígono: una cementera. La fábrica está terminada, nuevecita, pero aún no se ha estrenado. Porque justo cuando la iban a abrir, empezó el declive de la construcción. Sólo ha creado un puesto de trabajo, el del encargado de seguridad. La única promesa cumplida está en un cartel que reza: "Accidentes cero".