En tiempos de crisis los carteristas, tironeros y descuideros se reciclan. Ahora se han pasado al negocio del robo de teléfonos móviles. Éstos tienen más valor y los consiguen revender en el mercado negro fácilmente. Las compañías móviles ya no regalan teléfonos inteligentes y para tener uno hay que pagar su precio de mercado.

Una vez se hacen con el móvil hay dos opciones: pasan a manos de técnicos capaces de liberar los terminales y averiguar las contraseñas y en otros casos no se quedan en territorio nacional y van a otros países. No es difícil encontrar a sus víctimas.

Si antes su objetivo era principalmente los turistas ahora los móviles se los roban a todo el mundo. Hay quien no puede vivir sin su teléfono inteligente, con el robo empieza el drama.

Si la víctima es una mujer el ladrón se marcha a la carrera porque cree que no va a pillarle. Pero si la víctima es un hombre va en bici o moto para asegurarse que no le van a agarrar. Utilizan la estrategia del despiste. Cuando alguien se sienta en una terraza a tomar algo, tiene la costumbre de dejar el teléfono en la mesa en este caso los ladrones actúan en pareja uno entretiene y el otro roba el terminal.

Ya hay quien ha cambiado incluso, sus hábitos, el teléfono móvil no lo saca, ni lo deja ver, así se evitan disgustos. Otros optan por llevar un teléfono que no seduzca a los ladrones o llevarlo bien guardado y no enseñarlo demasiado.